Amor verdadero
Capítulo 27

Capítulo 27:

Vimos la película, el tema era bastante controversial e interesante.

Él se recostó en la cama con la cabeza sobre mis piernas, la escena era más bien como de una pareja que llevaban mucho tiempo conviviendo juntos, para nada parecíamos una pareja en su primera noche de pasión.

La conversación entre nosotros comenzó a fluir de nuevo, era bastante extraño, nuestra relación estaba basada en la química que teníamos para conversar, como buenos amigos, discutiendo sobre los pormenores de la película, encontrando que teníamos la misma opinión sobre la trama y el desarrollo de los personajes.

Nuestra manera de pensar era tan similar, que parecía que podíamos adivinarnos el pensamiento.

“Ahora sí, ya vamos a dormir mi chava, porque mañana tengo que trabajar muy temprano”, dijo cuando terminó la película.

Asentí y me acosté en la cama y entonces pasó algo que no me esperaba, se acurrucó junto a mí y me abrazó con cariño, yo acomodé mi cabeza en su pecho y él me pegó a su cuerpo para dormir abrazados.

“Se te va a cansar tu brazo”, dije recordando que José nunca quiso dormir así, porque a la larga se cansaba y no toleraba mucho tiempo mi cuerpo junto al suyo.

“No, no me voy a cansar”, dijo y me presionó hacía él como para sentirme más cerca.

No pude dormir en toda la noche, yo no estaba acostumbrada a dormir así junto a una persona, pero cada vez que me movía él se acomodaba de manera que volviéramos a quedar abrazados.

Nunca imaginé que la situación fuera a ser tan incómoda.

Por algún motivo yo no lograba disfrutarlo, ni relajarme, todo estaba siendo tan extraño para mí que cada vez me convencía más de que había sido un error aceptar quedarme a dormir.

Cuando al fin amaneció, yo me sentí muy adolorida, no solo me dolía el cuerpo por la dosis de se%o, también me dolía porque no había logrado descansar en toda la noche.

Algo me inspiró y le di un beso en el rostro para despertarlo.

“Ya amaneció”, le dije, pero él parecía no querer levantarse y solo me abrazaba con más fuerza.

“Cuando quieras nos vamos a desayunar”, me dijo y yo me levanté para ir al baño y vestirme.

Cuando salí del baño él ya estaba vestido, pensé que iba ducharse, pero no lo hizo y yo tampoco, lo único que quería era volver a mi casa pronto.

Algo me impulsó a abrazarlo por la espalda.

“Me gustas mucho”, le dije y estuve a punto de decir que prefería que dejáramos de vernos, pero su silencio me dejó ver que él no se sintió cómodo con mis palabras, y pensé que debía esperar a que fuera él quien me diera las gracias por participar.

Fuimos a desayunar a un pequeño restaurante cerca de su casa, los chilaquiles me supieron a gloria después de la desvelada que me había generado una resaca espantosa.

“¿Y entonces, vas a divorciarte legalmente?”, me preguntó y yo no supe qué decir, era algo en lo que no había pensado.

“No, creo que lo más justo es que si mi esposo quiere casarse con su amante, sea él quien pague el divorcio ¿No lo crees?”.

“Pues, no lo sé, depende de qué tan libre quieras ser tú para reiniciar tu vida”.

Nuevamente la conversación se volvió incómoda, yo no sabía que decir.

“Sí, quizá tengas razón, debería divorciarme y cerrar ese ciclo por completo de una vez por todas”.

Terminamos de desayunar y subimos al auto para ir hacia mi casa, su hijo ya lo esperaba porque tenían una cita con un cliente.

Viajamos en silencio, un silencio incómodo que anunciaba lo que se veía venir, cuando estuvimos frente a mi casa, la despedida fue lo que me dijo que era la última vez que lo vería.

“Disculpa que no me baje, pero ya se me hace tarde”.

“No te preocupes, no pasa nada”.

Nos dimos un frío beso en la mejilla, me bajé del auto y él se arrancó enseguida, vi su auto alejarse y pensé ‘Es mejor así More, no pasa nada, solo te gustó, te lo comiste y gracias por participar’.

Me sentía aturdido y avergonzado por todo lo que había pasado con Morelia durante la noche, desde el momento en que nos encontramos con Emilia en el banco mi mente comenzó a jugarme chueco.

Morelia me gustaba, y me gustaba mucho.

Era una mujer tremendamente sensual además de admirable. La consideraba una mujer muy fuerte y talentosa, capaz de hacer que cualquier hombre se enamorara de ella.

Yo no me sentía listo para iniciar una relación y aunque ella y yo nunca habíamos hablado sobre tener una relación estable, lo más lógico era que ella lo deseara.

Era una mujer muy sensible, a pesar de conocerla poco, sabía que no era de las mujeres que se acuestan con cualquiera solo por satisfacción se%ual y me sentía afortunado porque me había elegido.

Después de mostrarle el centro de la ciudad, aunque de manera muy superficial, nos dirigimos hacia mi casa, un extraño dolor en mi estómago me hizo pensar que tenía hambre, aunque en realidad no podía definir bien lo que sentía.

Era solo como un gran hueco que me incomodaba demasiado.

Ya estábamos en una zona retirada del centro y no había muchos lugares para cenar, así que le propuse comer antojitos mexicanos.

Yo no era bueno comiendo en la calle porque además los últimos días me había sentido muy mal de estómago y prefería comer en un lugar conocido donde estuviera seguro de la calidad de la comida.

Para mi mala suerte el lugar todavía no estaba abierto, conduje hasta mi casa pensando que podía dejarlo pasar, que estando con ella podía hacer que mi mente se olvidara de lo que mi estómago estaba sintiendo.

Una vez en mi casa no pude evitar comenzar a tocarla.

Todo en ella me incitaba a la pasión.

Sin embargo, ese malestar en mi estómago, ese hueco no dejaba que me concentrara por completo, en verdad se sentía como si fuera hambre.

Fuimos a cenar cuando volvimos todo parecía haberse enfriado, estuve a punto de decirle que era mejor que nos fuéramos y que lo dejáramos para otra ocasión, pero no podía dejarla con las ganas otra vez, ella había aceptado ir a mi departamento porque estaba dispuesta a tener se%o conmigo y a mí algo me estaba bloqueando otra vez.

Una dosis de se%o oral para hacerla llegar al orgasmo, disfruté escucharla g$mir, le debía de alguna manera ese éxtasis desde la vez anterior.

Luego todo se vino abajo, mi cabeza estaba en otro lado y parecía no poder concentrarme en el momento.

A pesar de que mi miembro estaba erecto y yo me sentía excitado, algo no estaba fluyendo del todo bien.

La penetré en varias posiciones, pero algo impedía que mi se%o se conectara con mi cerebro no perdía la erección, pero tampoco conseguí a llegar al orgasmo.

Por fortuna pude hacer que Morelia se corriera de nuevo y de esa forma que no sintiera que había perdido el tiempo al venir conmigo al departamento, sin embargo, yo no podía evitar sentirme frustrado.

No entendía que era lo que me estaba pasando.

En definitiva, tal vez necesitaba terapia o consulta médica porque nunca antes me había pasado algo tan bochornoso.

Me quité el preservativo y lo tiré en el bote de la basura esperaba que Morelia no se diera cuenta de que yo no me corrí y que el condón estaba vacío.

Mi miembro me dolía a medida que se iba durmiendo y estaba tan sudado como si hubiera corrido un maratón y no qué decir del cansancio físico.

Morelia intento abrazarme y su solo contacto me quemaba la piel, me maldije en silencio, pero todo se volvió tan incómodo que no podía hacer otra cosa más que tratar de salvar la situación.

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