Amor verdadero -
Capítulo 26
Capítulo 26:
Entendí por qué quería cenar ahí.
En verdad los tlacoyos de chales con frijoles estaban deliciosos, me comí solo uno para acompañarlo, pero me quedé con ganas de seguir comiendo.
Solo no lo hice para evitar pasar alguna vergüenza con mi estómago durante el acto se%ual.
No estaba lista para dejar salir mis gases frente a un desconocido, aunque fuera algo natural.
La conversación mientras cenábamos se tornó un poco incómoda.
“¿Y cómo vas con la aplicación? ¿Sigues recibiendo me gustas?”, me preguntó.
“No, la verdad es que ya me puse en pausa. No pretendo seguir saliendo con nadie por el momento ¿Y tú?”, le pregunté.
“No, yo también me puse en pausa, por el momento no quiero seguir saliendo con nadie”.
No sabía hacia dónde nos llevaba esa conversación.
No seguir saliendo con nadie ¿Nos incluía a nosotros o no? ¿Sería que ya intuía que le iba a dar las gracias por participar? O sería él quien tenía planeado darme las gracias a mí.
Pidió la cuenta y subimos al auto para volver a su casa.
La situación ya no era tan excitante, más bien se había tornado un tanto tensa, como demasiado forzada, como si en lugar de fluir estuviéramos influyendo para que sucediera.
Llegamos de nuevo al edificio y bajamos del auto tomados de la mano. Pensé que apenas entráramos a su departamento la pasión se iba a apoderar de nosotros, pero no sucedió, aunque fuimos directo a la cama parecía como si estuviéramos forzando la situación.
Yo estaba intranquila, muy nerviosa como si fuera mi primera vez, mentiría sí negara que me moría de ganas por hacerlo, pero al mismo tiempo me sentía muy extraña, como si una fuerza invisible me frenara de algún modo.
Adrián se sentó en la orilla de la cama y comenzó a acariciarme, comenzó por desabotonar mi suéter y quitarme el sostén, tal parecía que lo que más le excitaba era besar y chupar mis senos, me los presionaba tan fuerte que me hacía daño y me quejé un poco.
“Lo siento, olvidé que no has tenido hijos y que por eso los tienes más sensibles”.
Comenzó a besarlos con suavidad, yo solo sonreí, pero me incomodó su comentario, me pareció que estaba muy fuera de lugar.
Era un pésimo momento para recordarme que no había sido capaz de tener hijos y que para algunas personas eso me convertía en una mujer incompleta.
Eran unas fibras muy sensibles que laceraban mi autoestima como dagas al rojo vivo.
Traté de concentrarme en el momento, besé su cuello, porque había notado que era una de sus zonas erógenas más sensibles.
Podía sentir cómo se le erizaba la piel al contacto de mis labios con su yugular.
Él reaccionó llevando sus labios de mis senos directo hasta mi v!entre, su lengua invadió mi ombligo y para ese momento la libido había vuelto a mi mente.
Me estremecí cuando sus manos me despojaron de la minifalda y mis manos volaron a deshacerse de la sudadera que él llevaba puesta.
Sentir mis senos desnudos contra su pecho.
Fue una sensación abrazadora que se extendió por todo mi cuerpo, mientras sus manos hurgaban entre los pliegues de mi entrepierna.
Me dejé caer sobre él y nos fundimos en un beso apasionado, tal como debió ser desde un principio.
Me giró para quedar encima de mi cuerpo, su boca encontró mi vulva y su lengua me hizo g$mir de placer al encontrar mi botón humedecido por las ganas.
Sus dedos se introdujeron en mi interior provocando que mis g$midos se hicieran todavía más fuertes.
Mis manos se aferraron a las sábanas tratado de contener la sensación que me envolvía y mis piernas se tensaron al ritmo que mis caderas buscaban incrementar el placer que su boca provocaba en el centro de mi cuerpo.
“Oh sí, ¡qué rico!”, dije cuando sentí que el orgasmo estaba a punto de llegar y me abandoné ante las convulsiones que se apoderaron de mi cuerpo en un clímax por demás placentero.
Se quitó el bóxer y abrió el preservativo para ponérselo, antes de colocar mis piernas sobre sus hombros y embestirme de una sola vez y con fuerza.
Sentí un pequeño dolor y me quejé, hacía mucho tiempo que no tenía se%o, tal parecía que mi entrada estaba bloqueada, aunque pudo ser una cuestión más mental que física.
Comenzó a moverse dentro de mí, mientras yo movía mis caderas para sentirlo más profundamente.
Recordé el día que estuvimos en mi casa y todo el tiempo que se tardó en alcanzar su orgasmo y me desconcentré del disfrute del momento.
Algo estaba pasando en esa relación, en mi cuerpo o en mi mente algo no estaba fluyendo, quizá sintió que para mí no estaba siendo placentero del todo.
Cambiamos de posición, tomó mis piernas y las puso juntas hacía un lado para penetrarme desde atrás, volvimos a entrar en ritmo y la sensación era más placentera para mí.
“Así papacito, así me gusta”, le dije para que se diera cuenta de que ya había comenzado a disfrutarlo.
Me puso en cuatro y entonces las embestidas fueron más duras y profundas, era muy excitante sentir sus bolas chocando con mis glúteos, su virilidad tenía la capacidad de tocar hasta lo más profundo de mi interior y su resistencia era tanta que yo sentía que él no iba a terminar nunca.
A pesar del placer que era capaz de provocarme, mis rodillas no resistieron más, estaba cansada y dolorida por la fricción de mis extremidades contra el colchón.
“Acuéstate boca abajo y cierra las piernas”, me dijo y yo obedecí sin poner resistencia.
Era una posición que yo nunca había experimentado, él se acomodó a horcajadas con mis piernas en medio de las suyas y me volvió a penetrar para continuar con lo suyo.
Mi cuerpo estaba empapado de sudor, su miembro rozaba las paredes de mi vulva de una manera en la que mi punto ‘G’ recibía una mayor estimulación.
Su mano se introdujo por debajo de mi cuerpo para estimular mi clítoris haciéndome llegar al cielo y bajar al infierno en un instante.
El orgasmo atravesó mi cuerpo desde mi columna vertebral hasta mi centro.
Me quedé un instante sin moverme mientras él sacaba su miembro de mi interior, me giré para mirarlo y lo vi tirar el preservativo en el bote de la basura, pero algo dentro de mí me hizo sospechar que él no había logrado terminar.
Tomó una camiseta y se secó el sudor de la espalda.
“Ven acuéstate un momento conmigo”, le dije.
“No, espera un momento, estoy bastante sudado, es muy incómodo para mí”.
El gesto en su rostro no era el de un hombre que acaba de disfrutar de una buena sesión de se%o, más que haberlo disfrutado parecía haberlo sufrido.
Busqué mis bragas y me las puse, habíamos acordado que me quedaría a dormir toda la noche, pero no creí que eso fuera a funcionar, estuve a punto de decirle que quería irme a casa pero no sé por qué no lo hice.
“¿Me prestas una camiseta?”, le pedí porque no me sentía cómoda de dormir desnuda.
Sacó una camiseta blanca del closet y me la puse.
“¿Se te antoja algo de tomar?”, me preguntó como para romper el hielo que se había formado en el ambiente.
“¿Qué tal un café?”.
Asintió y se fue a la cocina a preparar el café, volvió con las dos tazas y me llevó el café a la cama, me senté y me preguntó si había visto la película ‘Closer’ de Julia Roberts, le dije que no y me preguntó si quería verla.
Pensé que era una buena idea para pasar la noche, puesto que al parecer la pasión entre nosotros no iba a dar para una segunda ronda.
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