Amor verdadero -
Capítulo 20
Capítulo 20:
“Bueno, al principio nos cuidamos mucho porque queríamos disfrutar de nuestro matrimonio antes de embarazarnos y luego cuando quisimos tener, pues ya no pudimos. Aunque para serte sincera, hoy por hoy creo que no haber tenido hijos, fue lo mejor que me pudo haber pasado”.
Confiaba en él, pero no me gustaba hablar de mis frustraciones como mujer.
Era bastante doloroso contar mi experiencia con la esterilidad, hablar de todas esas pruebas de embarazo negativas, de esa cirugía tan dolorosa que no sirvió de nada y de todo el dolor que sentí cuando el doctor me dijo que no podría tener hijos.
No quería arruinar nuestra cita porque todavía no lograba controlar el llanto cuando hablaba al respecto. Así que traté de ser lo más fría al decirlo para que no se notara que me afectaba.
Adrián pareció entender el punto y de la nada me dijo que nos fuéramos porque quería ir al baño, me pareció una excusa para irnos, pero cuando llegamos a mi casa, le dije que entrara al baño.
“Una mujer sola no debería dejar entrar a un desconocido en su casa”, me dijo y quizá tenía razón, pero para mí, él ya no era un desconocido, a pesar de haberlo visto solo dos veces, había algo en él que me inspiraba confianza.
Insistí y aceptó entrar al baño en mi departamento, me daba un poco de pena que viera que vivía en un departamento casi vacío, no tenía muebles, porque no tenía dinero para comprarlos y no quería usar tarjeta de crédito y endeudarme porque mi economía no era la mejor con mi trabajo apenas me alcanzaba para el alquiler y para los gastos diarios.
Le invité un café y temí que no aceptara cuando le dije que era café soluble porque no tenía cafetera, pero se encogió de hombros y dijo que no importaba, lo cual me pareció encantador, era un hombre bastante sencillo y eso me gustaba mucho más.
Era tan diferente de José, José era un hombre maravilloso para algunas cosas, pero bastante especial para otras, él no hubiera aceptado tomar café soluble porque se le hubiera hecho poquita cosa.
‘Eso no es café. Sabe horrible’. Podía casi escuchar sus palabras inconformes.
Nos preparamos un café y nos sentamos en la terraza, en mis únicas dos sillas de madera forradas con palma.
“Se me antojó un cigarro”, dijo Adrián y yo sentí que me había leído el pensamiento, porque justo había pensado en eso.
“¿Fumas?”, le pregunté sonriendo, porque al fin conocía a alguien con quien podía ser yo misma y no me tendría que esconder para poder fumar.
“No mucho, pero a veces se me antoja un cigarro, sobre todo por las noches”.
“Yo tengo cigarros, porque también se me antoja a veces”.
“Bueno, mientras solo sea un antojo…”.
Encendimos el cigarrillo y nuestra conversación siguió fluyendo de una manera tan espontánea que más que amigos parecíamos cómplices de alguna travesura.
El cigarrillo se acabó y el café también, y ahí, sentado frente a frente nos quedamos mirando uno al otro, nuestras miradas iban de los ojos a los labios porque era obvio que deseábamos probarnos.
Sin decir una palabra nos besamos en la boca con coquetería.
El beso se volvió cada vez más atrevido, mis dientes se apoderaron de su labio inferior lo mordí con suavidad, conteniendo la respiración.
“Ven, vamos. Enséñame que hay allá arriba”.
Me tomó de la mano y me llevó por la escalera.
Yo le había dicho que la escalera llevaba directo a la azotea, que solo había un área de lavado.
Encendí la luz y él se encargó de apagarla.
Así, con la luz apagada se ven mejor las estrellas dijo.
Caminó hasta la barda que separaba la construcción del edificio de al lado y me atrajo hacia él.
“¿Ves? Así es más romántico”, dijo y su boca se apoderó de mis labios nuevamente.
Llevé mis brazos alrededor de su cuello y acepté sus besos como si fueran un elíxir de vida, hacía tanto que no me sentía tan excitada recibiendo un beso que me dejé llevar por completo disfrutando el momento.
Entre cada beso, la excitación de ambos comenzaba a hacerse más evidente, pegó su cuerpo al mío y pude sentir que algo se había puesto bastante duro en medio de sus piernas.
Sus manos comenzaron a volar acariciando mis senos por encima de mi suéter y mis labios a recorrer su cuello y a besar suavemente el lóbulo de su oreja.
“Mmm”, g$mí cuando sentí la suavidad de sus manos colarse por debajo de mi suéter, hábilmente bajó el tirante de mi sostén, primero de un lado y luego del otro, dejando mis senos al aire libre.
Los apretó suavemente con sus manos y luego acarició mis pezones con sus dedos pulgares, sin dejar de besarme.
No pude contenerme y acaricié su entrepierna por encima del pantalón, sus ganas estaban totalmente endurecidas.
Su mano se coló por dentro de mi pantalón, y comenzó a acariciar mi vulva, primero la apretó un tanto brusco y me hizo respingar, pero luego sus dedos se acomodaron y empezó a masajear mi clítoris de una forma que me hizo estremecer y retorcerme de placer.
No pude evitar morder su hombro cuando sentí que estaba a punto de llegar al orgasmo, pero entonces sacó su mano y no me dejó llegar al clímax.
“Déjame llegar”, supliqué en su oído.
“No, no vas a llegar”, susurró.
“¿Te llevo a tu cama?”.
“Sí, llévame”, dije y me tomó en sus brazos para llevarme a mi habitación.
Ya estando en mi habitación, se tomó todo el tiempo del mundo para desnudarme, se deshizo primero de mis jeans y luego de mi suéter junto con el sostén. Él sentado sobre la cama y yo de pie, mis senos quedaban a la altura de su rostro. Los tomó con ambas manos y las apretó con fuerza.
“Están bonitas”, dijo refiriéndose a mis bubis, para luego llevarlas a su boca.
Comenzó a besar, chupar y lamer mis senos con desesperación, mientras yo me encargaba de desabotonar su camisa, sin dejar de besar su cuello y sus oídos, presionando su cabeza contra mi pecho para que no dejara de torturar mis pezones.
Deslizó sus manos por mi cintura y me quitó las bragas dejándome completamente desnuda frente a él y usó su mano para recorrer mi entrepierna y hundió uno de sus dedos en mi centro haciéndome g$mir.
Llevé mis manos hasta la hebilla de su cinturón para desabrocharlo, me encargué de quitarle el pantalón y dejarlo solo con su bóxer puesto.
El paquete dentro del bóxer luchaba por salir producto de la excitación.
Nos dejamos caer en la cama besándonos con desesperación, las ganas que sentíamos uno por el otro eran más que evidentes.
“Espera, ¡No!”.
Me detuvo cuando quise quitarle el bóxer para ir más allá.
“¿Qué pasa? ¿No quieres?”.
“Claro que quiero, pero no venía preparado para esto, no traigo preservativos”.
Estuve a punto de decirle que no había problema, que yo era estéril y que no corría riesgo de embarazo, pero también existía el riesgo de enfermedades de transmisión se%ual y él era un desconocido que podía tener una vida se%ual disipada de la cual yo no sabía nada.
Lo dejé acostado sobre la cama y me arrodillé frente a él, llevé su miembro a mi boca y comencé a chuparlo como si se tratara de un caramelo.
Me sorprendí al darme cuenta de que me gustaba su sabor. No pude evitar compararlo con mi exesposo, a mí casi nunca me gustó hacerle se%o oral a José.
Lo hacía para complacerlo, pero no porque me apeteciera.
En cambio, esta vez lo estaba disfrutando y mucho.
“Voy a tardarme mucho en llegar”, dijo mientras acariciaba mis cabellos.
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