Amor verdadero -
Capítulo 16
Capítulo 16:
Era extraño, pero nuestra conversación fluía como si nos conociéramos de toda la vida, para nada parecíamos un par de desconocidos en su primera cita.
Ya estábamos ahí, compartiendo las papas fritas del mismo plato y hablando de cosas de las cuales solo hablas con tus mejores amigos.
Adrián me miraba directo a los ojos y eso me hacía sentir un poco nerviosa, las manos me temblaban y me sudaban, eso sin contar que no podía más con la comida, la gaseosa y las papas que sentía que mi estómago iba a reventar.
Para colmo de mis males la alergia comenzó a atacarme, el aire me daba directo en el rostro y mis ojos comenzaron a llorar y comencé a estornudar.
‘¡Mierda!’, pensé, era lo único que me faltaba para ponerme más nerviosa ante la situación.
Terminamos de cenar y salimos del restaurante riéndonos por lo sucedido.
Adrián bromeaba con el hecho de ponerme nerviosa y yo insistía en que no eran nervios, solo la alergia lo que me había atacado.
“¿Entonces no eres de esta ciudad? ¿Y qué te parece, te gusta?”.
“La verdad es que no conozco nada, ni siquiera he ido al mercado o al zócalo”.
“Entonces voy a tener que llevarte ¿Te parece si el próximo domingo nos damos una vuelta por el centro? Aunque en realidad no te pierdes de mucho, está lleno de comerciantes ambulantes y gente grosera”.
“Bueno, es igual que en la capital, allá también el centro está invadido. Y sí, me late la idea de que me des un tour por la ciudad”.
“Por lo pronto te voy a llevar a conocer el parque que está a solo unas cuadras de tu casa, para cuando quieras salir a caminar”.
“¿Hay un parque cerca de mi casa?”, pregunté sorprendida porque nunca lo había visto.
“Sí, hay un parque señorita y también una cafetería preciosa, pero ahí te voy a llevar otro día”.
Me sonrojé y sonreí, sin pensarlo ya teníamos planes para dos citas más. Estaba oscureciendo y mientras caminábamos hacia el parque, tropecé con irregularidad del pavimento y estuve a punto de caer.
Sin querer me sostuve de su brazo y él tomó mi mano.
A partir de ese momento caminamos tomados de la mano.
Me sentía como una adolescente, avergonzada porque mi mano sudaba entre la suya. Pero él en ningún momento me soltó.
Llegamos al parque y lo rodeamos caminando, era un lugar pequeño, pero lleno de árboles y juegos infantiles, un lugar agradable para hacer ejercicio y pensé que sería buena idea ir a caminar ahí de vez en cuando.
Nos sentamos en una banca bajo la luz de un farol, conversamos durante un largo rato, me inspiraba tal confianza que sin dudarlo le conté mi historia con José y el porqué de mi separación.
Me avergonzó confesarle que hacía solo un mes atrás de mi separación y mentí al decirle que había sido desde principios de año, sé que no estuvo bien, pero no me sentía cómoda al aceptar que mi ruptura estaba tan reciente y yo ya estaba pensando en conocer hombres.
La mayor parte del tiempo hablamos de mí, y yo me sentía tan bien hablando con él, que fui capaz de decirle ese secreto doloroso que ni siquiera Manuel, mi terapeuta sabía. No se lo había confiado a Peri, y mucho menos a mis hermanas.
Hacía más de un año que José y yo no teníamos intimidad.
Me avergonzaba decir que fueron muchas veces las que lo busqué en la cama y que él simplemente estaba cansado y se quedaba dormido, o se quedaba viendo una serie y esperaba a que yo me durmiera para subir a la habitación sin sentirse presionado.
Adrián me miró extrañado, como sí no pudiera creer que hubiera un hombre capaz de rechazar a una mujer como yo.
“No cabe duda de que hay hombres imbéciles”, me dijo y me sentí halagada.
“¿Vamos por un café?”.
Caminamos hasta una tienda de conveniencia, ya que él prefirió dejar el misterio de la cafetería para otro día.
Compramos un café para llevar y caminamos hasta la puerta de mi casa. Nos despedimos igual que como nos saludamos, un ligero abrazo y un beso en la mejilla.
Nos miramos a los ojos por un instante antes de que me dijera “Quiero ver que entres en tu casa y que cierres muy bien con llave”.
“¿Para qué no me escape a otro lado ahorita que te vayas?”.
“¡Exacto! Es más, métete y dame las llaves, cerraré por fuera para asegurarme de que no salgas”.
Me comencé a reír y entré en la casa, lo vi alejarse caminando desde mi terraza.
El olor de su perfume se había quedado impregnado en mis brazos y en mi ropa. Su olor era fascinante.
Su piel cálida y sus manos suaves, pero fuertes.
“Me gustas Adrián Morales, me gustas mucho”, dije en voz alta y encendí un cigarrillo.
…
Estaba impresionado con Morelia Ortega, era sin duda una mujer fascinante, tenía una forma de hablar que me hipnotizaba al escucharla.
Nunca imaginé que nuestra primera cita fuera a fluir así, como si fuéramos dos buenos amigos que se vieron la semana pasada y que solo se estaban poniendo al día.
Omití decirle que ya la había visto antes, aquella noche en la que descubrí a Karina con su amante, era Morelia la mujer con la que choqué en la calle y que después vi en una cafetería.
¡Vaya coincidencia! No se lo dije porque no quise que fuera a pensar que yo era un acosador y que la había estado siguiendo o algo por el estilo, ya que al parecer ella no me vio o no me recordaba.
Lo que sí era un hecho, era que quería volver a verla, quería saberlo todo de ella. Me encantó como reaccionó al hecho de haberla llevado en una cita tan modesta como fue a comer una simple hamburguesa y a caminar por el parque.
Esa noche no volví a mi departamento, estaba tan cerca de la casa de mis padres que pensé en quedarme con ellos.
Sabía que se iban a sorprender, pero Morelia tenía razón, en nuestra conversación ella comentó que había perdido a sus dos padres y que yo era muy afortunado por conservar a los míos.
Mi madre estaba muy contenta por el hecho de que hubiera pensado en quedarme esa noche en su casa y yo me sentí tan bien que bien valía la pena hacerlo más seguido.
Esa noche recibí una llamada que no me esperaba.
Adrián, mi hijo, regresaba a México por una situación que no me quedó del todo clara. Al parecer no estaba cómodo en la universidad y quería regresar y estudiar en México, aunque a mí me parecía que había otro motivo en su decisión.
Respiré profundo al pensar en que la bomba de mi separación con Karina estaba a punto de estallar. Por la breve conversación con mi hijo, me di cuenta de que todavía no sabía nada al respecto, pero en cuanto pisara la casa de su madre, se iba a dar cuenta de inmediato.
Solo me llamó para que fuera al día siguiente al aeropuerto a recogerlo y no había tiempo para nada. No estaba listo para enfrentarlo, pero tarde o temprano iba a suceder.
Esa noche, antes de dormir, Morelia me envió un mensaje para darme las buenas noches, lo que se me hizo un gesto bastante tierno de su parte, pero solo le contesté con un emoticono.
Me desperté muy temprano para viajar a la ciudad de México a recoger a mi hijo al aeropuerto, por un momento pensé en llamar a Karina para que me acompañara, pero preferí no hacerlo.
No quería que tuviera motivos para pensar que quería regresar a su vida.
Durante todo el camino estuve pensando en cómo abordar el tema con mi hijo sin tener que decirle la verdad.
No quería que perdiera el cariño ni el respeto que sentía por su madre, pero al mismo tiempo tampoco quería que pensara que era yo el que había fallado en nuestro matrimonio.
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