Amor verdadero
Capítulo 13

Capítulo 13:

Debo admitir qué no fue fácil rechazar la propuesta de Morelia para vernos ese día, pero ya tenía una cita con Mitzy y no estaba dispuesto a cancelarle.

Después de todo había sido ella la que no mostró interés y no contestó mis mensajes hasta varios días después.

Dos clientes más me cancelaron los contratos. No sabía que era lo que estaba pasando, pero tal parecía que se habían puesto de acuerdo para cancelarme en el último momento.

Eso me tenía de mal humor, aunado a la fuerte infección estomacal y la deshidratación me sentía cansado y estresado.

En definitiva, necesitaba relajarme.

Llegué por Mitzy a su trabajo cinco minutos antes de la hora acordada.

Esta vez sí llevé mi auto no tenía caso seguir fingiendo, cuando ella había demostrado que no le interesaba sí tenía o no tenía auto.

Con lo poco que había conversado con ella pude darme cuenta de que era una mujer sencilla a la que no le importaban las cosas materiales o al menos no en exceso.

Las posesiones no eran su prioridad a la hora de conocer a una persona.

Fuimos a cenar a un restaurante sencillo en el centro de la ciudad.

Yo estaba encantado con su forma de ser tan abierta y divertida. Su forma de ver la vida tan alegre, pero poniendo siempre como prioridad a sus hijos por encima de sus deseos de mujer.

Sus espectaculares ojos color miel brillaban haciéndola ver mucho más atractiva y su pequeña boca de labios rosados sin duda me incitaban a querer devorarlos.

No podía dejar de mirarla y me agradaba ver que sus mejillas se sonrojaban cómo las de una adolescente.

Después de cenar caminamos por el parque hasta que no pude aguantar más y la besé.

Ella rodeó mi cuello con sus brazos y me correspondió al beso de una forma por demás apasionada.

Sin decir nada la tomé de la mano y la conduje hasta mi auto, pude ver en su rostro la sorpresa al verlo pues ella no se esperaba que tuviera uno y menos tan lujoso.

Sin embargo, no dijo nada al respecto. Fuimos hasta mi departamento en una de las mejores zonas de la ciudad, totalmente opuesta a la colonia popular donde ella vivía.

Le abrí la puerta del auto y le di la mano para que bajara miro todo a su alrededor y luego me miró a mí.

“¿Vives aquí?”, me preguntó un tanto extrañada.

“Así es, estoy alquilando un apartamento en este edificio”.

Tan solo sonrío y se colgó de mi brazo.

Caminamos juntos hasta el ascensor y yo no podía parar de besarla, esa mujer me gustaba y me gustaba mucho.

Hacía tiempo mi tiempo que necesitaba desfogarse ya ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez qué había tenido se%o con Karina.

Una vez en mi departamento mis manos comenzaron a volar entre besos y caricias apasionadas.

La despojé de su ropa, ella era muy desinhibida, se veía que estaba cómoda con su cuerpo.

De inmediato desabotono mi camisa y mi cinturón.

En cuestión de segundos caímos sobre la cama y yo me perdí entre sus voluptuosos pechos, su blanca piel y sus pezones rosados del mismo color de sus labios.

Después de jugar un momento con sus pechos y acariciar todo su cuerpo, pude sentir su humedad deseando tener más de mí.

Saqué un preservativo del buró qué había comprado con anticipación, me lo coloqué y la penetré con fuerza.

Mis ganas parecían no alcanzar la saciedad, era como si hubiera roto cualquier récord de tiempo que yo mismo hubiera podido alcanzar.

Cuando sentí que ella llegó al orgasmo yo simplemente abandoné su cuerpo y en ese momento sentí algo qué no me había pasado antes, mi cuerpo estaba caliente, bañado en sudor, pero no solo por la excitación y la actividad física, había algo dentro de mí qué me tenía insatisfecho.

Tenía en mi cama a una mujer hermosa y dispuesta complacerme y yo, sin embargo, en ese momento lo único que quería era desaparecer.

“¿Te pasa algo papacito?”, me abrazó por la espalda y yo sentí que su piel me quemaba, pero era una sensación más que desagradable, era como una especie de repulsión.

“Lo siento, pero tengo mucho calor”.

Me levanté y me metí al baño, dejé el preservativo en el bote de basura y mi miembro había comenzado a contraerse.

No había logrado llegar al orgasmo y no lo entendía, nunca me había pasado algo así.

Menos mal Mitzy parecía estar satisfecha, conseguí hacerla correrse, aunque yo no estuve ni cerca de alcanzar el clímax.

Tomé el móvil y comencé a revisar mis notificaciones, lo cual a mí mismo se me hizo una patanería teniendo una mujer como Mitzy junto a mí, pero era una forma de esconder mi vergüenza por lo que estaba pasando.

“¿Qué hora es?”, me preguntó, supongo que para hacer algo de conversación, pero yo aproveché para terminar con el incómodo momento.

“Es tarde, será mejor que te lleve a tu casa antes de que se haga más tarde y tu hermana y tus hijos se preocupen por ti”.

Ella asintió con la cabeza y comenzó a vestirse y yo pude ver el desconcierto en su rostro.

La llevé a su casa y se despidió de mí con un beso, pero yo moví mi rostro hacia un lado para no besar sus labios.

No quería, no podía dejar que se enamorara de mí, porque yo no podría corresponderle de la misma manera.

Para mí solo había sido se%o casual y me sentí muy mal por haber permitido que la noche terminara de esa forma que ni yo mismo entendía.

Regresé a mi departamento y me di una ducha.

No pude dormir pensando en qué era lo que había pasado, no lo entendía quizá había sido por culpa de la infección estomacal que mi cuerpo se resistió reaccionando de esa manera o quizá el estrés por haber empezado a perder a mis clientes, en realidad yo no sabía qué me estaba pasando.

Cerré los ojos tratando de dormir y el recuerdo de Karina llegaba a mi mente y no, no llegaban las imágenes de la última vez que la vi, lo único en lo que podía pensar era en todas esas noches de pasión que tuvimos durante el tiempo en que fuimos felices.

Karina sin duda había sido hasta el momento mi mejor amante, la única mujer qué me había hecho sentir pleno y sin deseos de mirar a ninguna otra mujer.

No podía dormir necesitaba dejar de pensar en Karina y de lo que había pasado con ella. Salí en medio de la noche, me subí a la camioneta y fui a una tienda de conveniencia a comprar unos cigarrillos.

Hacía muchos años qué había dejado de fumar, desde que Karina yo nos casamos había dejado ese vicio porque a ella le molestaba el humo del tabaco, pero esta vez sentí una gran necesidad de calmar mi ansiedad.

Volví a mi departamento, me preparé un café y me senté en el balcón tratando de aclarar mis ideas, el humo del cigarrillo parecía relajarme o al menos me daba un poco de tranquilidad.

Era casi de madrugada cuándo pude conciliar el sueño, dormí unas cuantas horas hasta que el dolor en el estómago me despertó nuevamente.

Empecé con el dolor estomacal, el vómito y la diarrea.

Tuve que llamar al médico para que viniera a colocarme un antibiótico intramuscular porque al parecer la infección era más grave de lo que pensaba.

Esa tarde no quise salir, me la pasé en el departamento leyendo las reseñas de Morelia en el blog de la editorial para la que trabajaba.

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