Amor verdadero -
Capítulo 11
Capítulo 11:
Su risa un poco escandalosa la hacía todavía más atractiva. Una mujer auténtica, sin miedo demostrarse cómo realmente era.
A mí no me gustaba hablar de mis problemas con desconocidos, así que deliberadamente omití hablar de mi reciente decepción amorosa, solo le dije que estaba divorciado, aunque era mentira, pronto lo estaría.
No creí necesario ahondar más en mi situación sentimental.
Después de hablar durante horas me dijo que debía volver a casa.
Ya era casi medianoche y le preocupaba que su hermana, quién cuidaba a sus hijos mientras ella trabajaba, iba a molestarse por haber llegado tan tarde.
En ese momento lamenté no haber llevado mi auto, pero me ofrecí a llevarla en un taxi.
Ella acepto que la acompañara lo cual me indicó qué me había tomado la suficiente confianza cómo para decirme dónde vivía.
Cómo era de suponerse, vivía en una colonia popular y en un departamento muy modesto.
Bajé del taxi para abrirle la puerta y me sorprendió cuando al despedirse lo hizo con un beso en los labios.
Sin pensarlo mi cuerpo reaccionó, hacía tanto tiempo qué no tenía relaciones con una mujer, qué mi cuerpo me delató al instante. La tomé por la cintura y la atraje hacia mí haciéndole sentirlo que había provocado.
“¿Quieres pasar?”, me preguntó con una sonrisa pícara en los labios y estuve tentado a aceptar, sin embargo, no llevaba preservativos conmigo y el lugar en el que me encontraba no me inspiraba la confianza como para salir de ahí a altas horas de la madrugada y sin un auto en que moverme.
Tuve qué rechazarla muy a mi pesar, porque las ganas que tenía de coger con alguien eran más que evidentes.
“Me tengo que ir, pero te escribo y nos vemos otro día y mejor te invito a mi departamento, no quisiera incomodar a tus hijos y a tu hermana”.
Ella me sonrío y se me acerco al oído.
“Te voy a estar esperando”, dijo.
“Espero que no me tengas miedo”.
Me dio un último beso en los labios y se fue. Yo subí al taxi y volví a casa.
Esa noche tuve qué autocomplacerme para desfogar mis ganas y Mitzy se quedó en mis pensamientos por toda la noche.
Al siguiente día apenas llegué del trabajo, le escribí para invitarla a cenar con la intención de terminar en mi departamento, pero me dijo que su hermana no estaba y no tenía con quién dejar a sus hijos, pero acordamos en vernos el día posterior.
No sabía si el pretexto de sus hijos era real o lo había hecho para conseguir que me interesara más en ella, pero después de yo la rechacé la primera vez, sentí justo que ella se hiciera la difícil esta vez.
Esa noche le envié un mensaje a Morelia y pensé en invitarla a tomar un café, pero no tuve respuesta, estaba desconectada de Messenger y tampoco aparecía la opción de enviarle mensaje por la aplicación de citas.
Quizá, me había bloqueado, ella dijo que se había suscrito por curiosidad y era posible que hubiera decidido dejar de continuar con la experiencia.
…
Toda la semana estuve tan ocupada leyendo y escribiendo las reseñas diarias, que no tenía tiempo de nada, el libro era bastante extenso y aun cuando me resultaba interesante, como yo no sabía nada del tema, algunos capítulos los tenía que releer hasta tres veces para poder entender y explicar en la reseña.
Sentí que el tiempo pasaba y que no lograría cumplir el objetivo, sobre todo cuando mis hermanas me llamaban o me escribían cada cinco minutos y me quitaban el tiempo.
Me apenaba decires que no me llamaran porque estaba ocupada, así que opté por desconectar el móvil de la red de wifi, así no había manera de que me contactara nadie por ningún medio.
Quizá se iban a preocupar, pero esperaba que entendieran el mensaje.
Había días como esos en los que necesitaba silencio, soledad y paz absoluta.
Incluso volví a optar por la comida a domicilio, no me podía dar el lujo de perder el tiempo cocinando.
Sentí un gran alivio cuando llegó el viernes y logré terminar la última reseña.
Para consentirme me di una ducha y me dormí temprano porque, durante el último tiempo, Tuluza me despertaba todos los días de madrugada.
Parecía que mi gatita había activado su reloj biológico a la 4:44 a.m. y se encargaba de ya no dejarme dormir, por lo que yo aprovechaba para comenzar a leer desde esa hora y hasta altas horas de la noche, de lo contrario no lo hubiera conseguido.
Había quedado de comer en casa de mi hermano el sábado para festejar su cumpleaños, y para ser sincera, no me apetecía ir, quería quedarme en casa solo descansando, pero todo el mundo había comenzado a atacarme diciéndome que no tenía vida y que tenía que salir a que me diera el sol.
Yo estaba cansada de defender mi postura y explicarles que era feliz con mi vida, que disfrutaba al máximo sentarme en el balcón el apartamento a tomarme un café y ver la gente pasar por la calle.
Poder ver una película o serie sin que nadie me interrumpiera y comer solo lo que me apetecía, eran algunos de los placeres que más disfrutaba.
Me alisté para viajar a la ciudad, odiaba tener que viajar en autobús, pero no tenía un auto, a pesar de que el que teníamos lo habíamos comprado entre los dos.
Preferí dejárselo a José, lo que menos quería era pelear con él por cuestiones materiales.
Me llevé el libro de los ángeles para obsequiárselo a mi hermana Pamela, a ella le encantaba todo lo que tenía que ver con los horóscopos y pensé que ese libro de numerología le podía gustar, no era un libro que a mí me interesara conservar y ya había terminado con mi trabajo.
Subí al autobús y quise ver la hora en el móvil, eran las nueve de la mañana y en dos horas estaría en casa de mi hermano.
Me percaté de que no tenía encendidos los datos porque había estado tola semana incomunicada y olvidé activarlos.
Los encendí y de inmediato comenzaron a llegarme un sinfín de mensajes.
Para empezar mi hermano había cancelado el festejo de su cumpleaños porque su mujer decidió que se fueran a festejar a la playa solo ellos.
Estuve a punto de bajarme del autobús y regresar a casa, pero seguí leyendo.
Pamela y su hija se habían ido el fin de semana a visitar a su otra hija en un estado lejano, se quedarían allá toda la semana.
Alondra tuvo que trabajar porque su jefe iba a tener una fiesta y le había pedido ayuda.
‘¡Mierda!’, pensé.
Ya estaba trepada en el autobús, había salido de casa en contra de mi voluntad solo para ir a convivir con mi familia y me encontraba con esa sorpresa.
Debía aceptar que era mi culpa por haberme desconectado que no me había enterado a tiempo.
Mi única salvación era mi amiga Peri, así que le escribí y me contestó de inmediato.
“Ven, te invito a almorzar y platicamos un rato, porque tengo una cita por la tarde”.
“Está bien, solo estaré un momento, no quiero regresarme tarde”.
Eso era mejor que regresarme de medio camino y pensé que le podía regalar a ella el libro, seguro que le iba a encantar.
Me recibió con un almuerzo delicioso, corno siempre.
Nos estábamos sentando a la mesa cuando dio un salto.
“¡Las 11:11! ¡Pide un deseo!”.
Cerró los ojos y dijo en voz alta.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar