Capítulo 93:

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Aquel hombre no pudo evitar sonreír al escucharla hablar, con lentitud retiró sus manos de la cintura de ella, se inclinó a tomar su maleta del gimnasio y se la entregó.

“Espero que no te hayas hecho daño”

Contestó mirándolo atentamente a los ojos.

Tuvo que pasar saliva con rapidez, al tener esa verdosa mirada sobre ella.

“Pudo ser peor”

Se aclaró la voz.

“Gracias por tu ayuda”

Presionó con fuerza las asas de su maleta y caminó hacia la salida con nerviosismo ante aquel aroma tan masculino que expiraba aquel hombre por cada poro de su piel. Recién salido de la ducha, se le notaba, al traer húmeda su cabellera.

“Lamento que haya sido por mi culpa”

Refirió él y la tomó por la mano para detenerla.

Melisa tuvo que disimular el asombro al sentir una vez más el contacto con la calidez de su piel.

“Me pareció que ibas a ir hacia la ducha”

Señaló el camino, sin poder sentir deseo de mofarse, divertido al ver la reacción que le provocaba, pero ante todo era un caballero, lo que necesitaba era atraerla, como las abejas a la miel y ese nerviosismo que era notorio le hacía saber que caería mucho más rápido de que planeaba, con discreción recorrió su cuerpo, notando que era de pequeñas curvas, al igual que de busto, aún asi no le disgustaba ponerle las manos encima.

Ladeó los labios al sentir la forma en la palpitaba su entrepierna.

Totalmente recostado sobre el sillón, Guillermo mantenía entre la calidez de su cuerpo a María, quien estuvo jugando con él desde que Bruno, su chofer había ido a recogerla, posteriormente la acompañaron a cenar y luego Isa la llevó a ducharse, para terminar su día en los brazos del hombre al que consideraba su papá.

En cuanto se dio cuenta que la pequeña había quedado completamente dormida, la llevó hasta su cama y la arropó, antes de salir, depositó un tierno beso sobre su pequeña frente.

“Descansa mi pequeña”

Susurró.

Sonrió al observar a su chica a punto de quedarse dormida.

“Será mejor que me vaya, para que descanses”

Dijo sentándose a su lado.

Isabella abrió los ojos, intentó acomodarse, pero Guillermo se lo impidió.

“No te vayas, quédate”

Solicitó sujetando la muñeca de su mano con firmeza.

Después de aquella pesadilla que tuvo, tenía miedo de que volviera.

“Si prometes no tomarme como saco de box, quizás lo acepte”

Bromeó.

Sus mejillas se enrojecieron.

No podía creer que lo había golpeado.

Ambos desviaron su atención al recibir una llamada él.

“Hola, papá. ¿Cómo están?”

“Bien”

Respondió el padre de Guillermo.

“¿María cómo está?”

Indagó.

“En perfectas condiciones”

Sonrió.

“Precisamente me encuentro en el departamento de Isa” .

“Salúdala de nuestra parte”

Solicitó en un tono de voz muy serio.

“No deseamos interrumpir, ¿Podrás pasar mañana a la casa?, me gustaría que habláramos de algo importante”

Guillermo miró a Isabella, ya que ambos escuchaban la charla por el altavoz. Sabían cuál era la situación.

“Tengo la agenda ocupada, ¿Podemos hacerlo pasado mañana?”

Silencio.

“¿Qué ocurre?”

Se puso de pie.

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