Capítulo 92:

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No pudo evitar preguntar, ante su sorpresa, además que verlo tan apacible, la hizo creer que quizás bromeaba y la había sancionado de otra forma.

Era imposible que él hiciera algo así.

¿De verdad tan importante para él?

¿En serio lo había hecho?

“¿No me crees?”

Arrugó el ceño al ver su reacción.

“Es amiga de tu familia, creí que por ser una situación así, ella sería intocable”.

Ladeó los labios sonriente.

“Nadie está por encima de ti”

Clavó su mirada en ella.

“Y mucho menos por encima de mi autoridad”.

Hizo una pausa y siguió explicando.

“Tenía que ponerle punto final a sus atrevimientos, o de lo contrario, estoy seguro que no pararía y quien sabe hasta dónde llegaría”.

“¿Te traerá problemas con tus padres?”

Preguntó con preocupación.

“No lo sé”

Expresó acercándose al horno para sacar la lasaña que había puesto a calentar.

“Lo averiguaremos pronto”

Comentó disfrutando del delicioso aroma de ese platillo que le encantaba.

“Ella fue la que cometió un error y muy lamentable, no podía dejarlo pasar”.

Pronunció sin darle importancia.

“Espero que no te ocasione problemas”.

Sonrió al verlo más preocupado por servir la lasaña que por el tema que hablaban, eso la hizo sonreír y sentirse en plena calma.

“Ya no deben tardar en traer a María, se va a poner feliz de verte”.

Cambió de tema.

“Se molestó porque no fuiste tú quien la arropó anoche”.

“Tendré que pensar en cómo compensarla, por aquella falta”.

Tomó con su tenedor una porción de pasta con carne y la llevó a los labios de ella.

“Podré pensar mejor, una vez que mi estómago esté saciado”.

Ambos sonrieron y se dirigieron a su pequeño comedor para sentarse a cenar.

Melisa, la hermana menor de Guillermo, estaba finalizando la clase de spinning, sentía que sus piernas dolían después de todo el esfuerzo que había realizado, pero valía la pena, le encantaba desde que era niña, cuidar de su cuerpo y verse en forma.

Se dirigió hacia los casilleros, para tomar su maleta e ir a ducharse, cuando al dar la media vuelta, chocó con un atlético cuerpo, que desprendía un agradable aroma, a punto de caerse, cerró los ojos.

De pronto las grandes manos de aquel hombre la tomaron por su pequeña cintura y la sostuvieron con firmeza.

“¿Te encuentras bien?”

Indagó con gruesa voz.

Al verlo a los ojos, de pronto se paralizó, sintiendo como si una gran ola, la hubiera revestido, dejándola sin aire.

Algo que jamás le solía suceder, su naturaleza era hablar a montones, pero era tan alto, casi como su hermano, con el cabello rizado claro y esos jodidos ojos verdes, que se dio cuenta la intimidaron.

No comprendía porque estando frente a ese extraño.

No podía decir ni una sola palabra.

¿Estaría por enfermarse?

La calidez de aquellas manos, la comenzaron a inquietar.

No era que le desagradara, al contrario, le gustó más de lo que se imaginó que la sostuvieron con tanta firmeza.

Nunca en sus veinticuatro años nadie la había tomado de esa forma. Pero era un desconocido, eso la desconcertaba.

“Sí… estoy…, bien”

Balbuceó.

Arrugando el ceño, estaba segura que aquel atractivo hombre, pensaría que era una retrasada mental.

Lo que le faltaba.

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