Capítulo 90:

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Era algo que no podía creer.

Lo había golpeado.

Con rapidez se puso de pie y lo ayudó a recargarse sobre la cabecera de su cama y colocó dos de sus dedos sobre el puente de su nariz, haciendo presión.

“Lo lamento tanto”

Manifestó avergonzada.

“No era mi intención lastimarte”

Manifestó afligida, sintiendo su mirada.

“No te preocupes”

Respondió con voz calmada.

“Me tomaste por sorpresa…”

Explicó.

“Esto no es nada, comparado con los golpes que llegué a recibir de Melisa, cuando se enojaba”.

Isabella sabía que lo decía para intentar no hacerla sentir mal, pero en verdad que se sentía terrible.

Lo había lastimado, sin razón alguna.

Sería un buen momento para que la tierra se la tragara.

Minutos después, Guillermo se dirigió a la cabina de ducha para asearse.

Tuvo que quitarse su impoluta camisa blanca, al darse cuenta que tenía manchas, quedándose en su entallada camiseta interior.

Al verla recargando su cabeza, sobre uno de los ventanales, se acercó a ella y la tomó por las manos.

Dirigiéndola a la sala, en donde tomaron asiento en el mullido sillón en que solían acurrucarse cuando estaba de visita él.

“¿Qué fue lo que te ocurrió?”

Quiso saber él.

Al descender de su auto, tomó la caja que contenía los objetos personales que tenía en la que fue hasta hace unas horas su oficina.

Caminó hacia el interior de la casa de sus padres, y como era su costumbre, hizo que el fuerte chasquido de sus tacones, anunciara su llegada, ya que había llegado de improviso.

La luz del estudio se apagó, donde su padre se encontraba leyendo, en completa calma, para encender la del living, ante la llegada de Maritza.

“Buenas noches”

Dijo su padre, al ver que sus ojos estaban hinchados, se preocupó.

“¿Qué te sucede?”

Indagó.

Maritza dejó la caja en el suelo y estalló en gran llanto, estaba devastada por lo sucedido con Guillermo.

Sentía que su corazón dolía ante su desprecio.

Lo deseaba para ella, y para nadie más.

No daba crédito a su rechazo.

Conforme pasaban los días, la fecha de la boda se acercaba y ella no estaba dispuesta a perderlo.

La situación la desbordaba.

“Guillermo…”

Pronunció entre sollozos.

“Guillermo me corrió de la empresa”

Dijo con dificultad berreando.

“Fue tan humillante…”

Expresó sintiendo la calidez del abrazo de su padre.

“Ya no puedo más. Me echó peor que a un perro. Mi mayor error en el mundo es quererlo, en serio… que error”.

Aquel hombre presionó su abrazo, intentando reconfortar a su única hija.

Le partía el alma verla sufrir.

Además que no podía dar crédito a lo que escuchaba.

¿Que clase de hombre trataba asía una dama?

Era un infeliz.

Un poco hombre.

“No comprendo porque te trató de esa manera, voy a hablar con él, para que me dé una explicación”

Gruñó.

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