Amor después del matrimonio -
Capítulo 88
Capítulo 88:
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“Lo hice porque te amo”
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Dijo en su defensa.
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“No imaginas la agonía en la que vivo, al saber que te vas a casa, otra vez y no es conmigo. Nunca me has tomado en serio como mujer”
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Limpió sus lágrimas.
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“Lo hice en un acto de desesperación, esperando que un beso mío despertara alguna clase de sentimiento”.
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Isabella no pudo permanecer en la oficina, por lo que salió de la empresa y tomó un taxi, para dirigirse a su departamento.
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Aquella escena, le provocó una fuerte jaqueca y deseaba recostarse.
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Al llegar a su piso se dirigió a la cocina tomó un vaso con agua y bebió junto con un par de analgésicos para calmar el dolor.
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Aún no podía creer que una mujer distinguida, refinada como lo era Maritza se rebajara y rogara amor.
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Eso la hizo darse cuenta que no importa el estatus social, ricas, pobres, enamoradas, eran capaces de dejarse pisotear, por un supuesto ‘amor’, sin darse cuenta que lo más importante era amarse primero a ellas mismas, para que no permitieran tantas humillaciones.
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Ella era una de las que habían encabezado esa lista, pero ya no más.
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Al llegar a su habitación, lanzó las zapatillas y se dejó caer sobre la cama, no podía negar que sentía curiosidad de saber lo que había sucedido entre Guillermo y Maritza, pero ese asunto era entre ellos y debía solucionarlo él.
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Sintiendo que su cabeza punzaba con fuerza, cerró las persianas, oscureciendo la habitación, hasta que por fin logró quedarse dormida, lo peor que le pudo ocurrir, pues las sombras de aquella noche, estaban por comenzar a ebullir, en pequeñas dosis.
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“Me siento mareada…”
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Isabella se puso de pie, buscando con su mirada a su esposo, para pedirle que le ayudara a llegar a recostarse, sin embargo, era Mason quien se encontraba ahí.
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“Yo te voy a ayudar, parece que se te pasaron las copas”.
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La piel de Isabella se estremeció, al sentir su aliento cerca de su oído, y sus manos presionar con firmeza sobre su cintura.
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“No te molestes, yo puedo llegar sola”.
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“No es molestia, cuñada”.
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Volvió a sentir la calidez de su aliento, más cerca de lo que deseaba.
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Momentos después, se dio cuenta que ya estaba sobre la cama, pues sintió, un par de manos acunando sus mejillas, hasta que la intrusión de la lengua de Mason, la hizo abrir los ojos, al sentir que la estaba besando.
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“¿Qué te sucede?”
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Intento empujarlo.
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“Por favor sal de aquí, no me siento bien”.
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“Tranquila, cuñada, yo voy a cuidar de ti”.
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Sintió con claridad, cuando deslizó la cremallera y la despojó de su vestido.
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Un par de lágrimas se deslizaron a través de los párpados cerrados de la chica, mientras dormía.
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Desató el nudo de su corbata y la lanzó sobre el sillón, para luego aflojar un par de botones de su camisa, buscando poder respirar mejor.
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En verdad que escucharla hablar, le resultaba patético, era como escuchar a una adolescente hablar sobre los cuentos de hadas.
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No era posible, no en una mujer de su misma edad.
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Lo reprobó.
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“¿En qué mundo vives?”
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La enfrentó.
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“¿Cuándo piensas madurar?”
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La miró con repulsión.
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“Pareces una chica de catorce o dieciséis años creyendo en los cuentos. Eso no existe”
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Dijo con los dientes apretados.
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Maritza se sintió dolida al escucharlo, nunca antes nadie le había hablado de esa forma.
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Era cruel.
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Directo.
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No le importaba en lo más minímo.
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“No soy una adolescente, soy una mujer luchando por el hombre que ama”
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Pronunció con la voz fragmentada.
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