Capítulo 87:

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“Nunca te he fallado, siempre fui tu cómplice en todo, no comprendo ¿Por qué no me tomaste en cuenta?, ¿Acaso te parezco fea?”

Preguntó posando sus hermosos ojos azules en él.

Se sorprendió al escucharla.

No daba crédito a sus palabras, pues ella nunca le había hablado de sus sentimientos, aunque tampoco sabía que hubiera hecho de haberlo sabido antes, ya que la veía como a una hermana y no más.

“Lo lamento”

Expresó con sinceridad.

Acto que hizo que la chica estallara en un gran llanto.

“No esperaba que te disculparas al saber que te amo, nadie en toda mi vida, me había hecho sentir tan miserable como tú”

Confesó con pesar.

“¿Qué tiene ella que no tengo yo?”

Hizo una pausa.

“¿Acaso es más mujer que yo?”

Guillermo tomó un pañuelo desechable y se lo entregó, sintiéndose un completo miserable.

“No digas eso”

Solicitó.

“No hay una explicación para justificar porqué amas a alguien, lo único que te puedo decir es que Isabella es el amor de mi vida, la mujer con la que deseo pasar el resto de mis días”.

No había más.

Simplemente la amaba.

La amaba con todo su corazón.

¿Acaso era algo que pudiera racionalizar y explicar en detalle?

“No te creo”

Dijo con voz ahogada.

“Nunca has probado el sabor de mis labios, ni tampoco me has tenido en la intimidad, estoy segura que si me das una oportunidad, no te arrepentirás”

Sin pensarlo, se acercó con rapidez y unió sus labios a los de él.

Isabella separó sus labios en una gran ‘O’ por la sobra.

Estaba observando desde su cubículo aquel beso.

La sangre se le heló.

Además que una fuerte descarga la sobrepasó.

“¿Qué demonios ocurría adentro?”

Se cuestionó envuelta en una gran aura de celos.

Guillermo la sujetó por los codos, intentando separarse de ella, sin embargo, las manos de Maritza se enroscaron como fuertes grilletes alrededor de su cuello, aferrándose más a él, intentando lograr sentir su lengua.

Su sangre reverberó ante lo enfurecido que se sintió, la sujetó con mayor fuerza, empujándola lejos de él, haciendo que trastabillara y cayera de sentonazo.

“¡Auch!”

Se quejó.

“Nunca imagine que fueras capaz de tratar así a una mujer”

Chilló.

“Siempre has sido un caballero, te desconozco”.

Tampoco Guillermo, se imaginó usando la fuerza contra una mujer, pero Maritza había rebasado todos los límites.

Enfurecido como lo estaba en ese momento, era de armas de tomar.

Ella lo sabía bien.

Se conocían casi de toda la vida, tanto que tentó al diablo, que logró hacer que apareciera.

Ahora que se atuviera.

“¿Qué es lo que tengo que hacer para que entiendas que no me interesas?”

Tuvo que presionar con fuerza sus puños para contenerse y no sacarla de la oficina arrastrándola cómo deseaba hacerlo, porque aún no terminaba con todo lo que tenía que decir.

Como pudo, se puso de pie, su rostro palideció ante el tono en el que le estaba hablando.

No debió provocarlo.

Pero ya lo había hecho.

Se lo advirtió en dos ocasiones y ella no quiso detenerse.

Ahora que podía notar como la vena del cuello se le marcaba al igual que la de la frente, sabía que esta vez, no tendría piedad de ella.

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