Capítulo 86:

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Guillermo respondió con ternura, acercó sus labios a los de ella y la besó con cariño.

“Perdóname por mortificarte”

Mencionó.

“No tienes nada que disculparte”

Contestó.

“Esto que sientes es porque me amas”

Manifestó, de pronto su estómago comenzó a clamar por alimento.

Guillermo no pudo evitar sonreír ante el fuerte gruñido del estómago de su chica.

“Parece que alguien trae un perro agonizando dentro”

Se mofó.

“Anda vamos a comer”

Solicitó.

Carcajeó al escucharlo, llevándose una de sus manos hacia su abdomen.

“Sí por favor”

Se puso de pie y salió con rapidez buscando su bolso, entonces se detuvo en seco al encontrarse a Maritza cerca de su cubículo.

“¿Se le perdió algo licenciada?”

Indagó con voz seca.

“Vine a hablar con Guillermo de un par de asuntos de los que no se pueden tratar con el personal… de limpieza”

Murmuró sus últimas palabras y prosiguió ignorándola.

Rodó los ojos al saber verla pasar sin preguntar si Guillermo podía o no atenderla.

“¿Podemos charlar?”

Indagó asomando la cabeza por la puerta.

“Voy a salir a comer”

Contestó mirando su reloj.

“Te veo en dos horas”

Indicó.

Maritza suspiró profundo e inclinó su rostro al escuchar su fría respuesta.

Cada día que pasaba se daba cuenta que se había alejado abismalmente de ella, ya no era el joven al que buscaba en su casa y ambos corrían hacia el jardín, y se perdían durante horas en la piscina o jugando tenis, o haciendo alguna travesura.

“¿Nunca me vas a perdonar?”

Indagó con voz temblorosa.

“Ya no volveremos a ser amigos… ¿Como lo éramos antes?”

“Los amigos aprenden a respetar las decisiones de los otros y tú has ido demasiado lejos”

Expresó con seriedad.

Ella había cruzado la línea.

Cerró la puerta prácticamente en las narices de Isabella.

“No resisto tenerte lejos, nunca en tantos años de amistad, nos habíamos alejado”

Su voz se fragmentó.

“No seas dramática, conmigo no funciona y lo sabes bien”

Indicó.

“Dime una cosa”

Se acercó a él con la mirada repleta de lágrimas.

“¿Qué le viste a esa mujer?”

Pronunció con profundo dolor.

Guillermo arrugó la frente al percibir con claridad que no estaba fingiendo, que aquellas lágrimas eran reales.

“¿Qué sucede contigo?”

Preguntó sin comprender cómo es que había cambiado tanto y ya no encajaban juntos.

“Te amo”

Confesó con valor.

Era ahora o nunca.

“Desde que tengo memoria he estado enamorada de ti y nunca te diste cuenta”.

Limpió sus lágrimas con el dorso de su mano.

Era tan doloroso.

Pero era la única manera.

Si no lo decía ahora, no lo diría nunca.

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