Capítulo 84:

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Sollozó estando inmóvil frente a la puerta, sus manos no respondían, a pesar que su intención era salir huyendo de ahí, pero era verdad.

Ya estaba cansada de vivir así.

Se encontraba harta de tener una vida como la que llevaban su pequeña y ella.

Deseaba seguir superándose, terminar su carrera como abogada y poder trabajar y defender a todas aquellas mujeres que vivieran con el mismo temor de que le quitaran a sus hijos.

Echó hacia atrás su cabeza y la recargó sobre el pecho de Guillermo, al sentir que la abrazaba por la espalda.

Reconoció que estaba harta.

“No”

Pronunció ella con la voz entrecortada.

“No quiero tener que huir siempre, deseo tener una ida estable”

Reconoció percibiendo como su cuerpo perdía fuerzas, y se dejaba caer.

Las grandes manos de él la atraparon, para no permitir que tocara el suelo y la rodearon, sujetándola con firmeza, para llevarla a la sala, en donde se sentó con ella entre sus brazos, y unió su frente a la de ella, permitiendo que se desahogara.

Eran muchos años cargando un gran peso sobre sus hombros y ya era tiempo que se liberara.

Era momento de soltar el pasado.

Tiempo de volver a respirar sin sentir que se asfixiaba.

Sabía que lo merecía.

“Déjame ayudarte”

Hizo una pausa.

“Luchemos juntos por la custodia de María”

Solicitó.

“Yo también la amo, y mucho”.

Escuchar sus palabras significó mucho.

No pudo evitar romper más y sollozar un par de minutos.

“¿Vas a asociarte con ellos?”

Preguntó con affliction.

Guillermo la vio a los ojos, reflejándose en la nitidez de su dulce mirada, sin tener una respuesta clara que darle por el momento.

Aún tenía la interrogante el mismo, sin saber si asociarse con los Weber o no. Por el momento estaba en una balanza aquella cuestión.

“Lo estoy considerando”

Contestó con honestidad, tuvo que poner más fuerza en el agarre al tenerla sobre su regazo, para evitar que se pusiera de pie e intentara alejarse una vez más.

“¿Por qué?”

Preguntó susurrando con la voz llena de aflicción.

Cada músculo de su cuerpo se contrajo al pensar en los nuevos motivos por los que deseaba acercarse a esa firma.

Su mirada se ensombreció, opacandose más.

Casi hasta tornarse en un temible color azabache, que desconocía él mismo que podía tener, ante la sed de venganza en contra de todos los Weber.

La piel de Isabella se estremeció, envuelta en un gran escalofrío que le provocó que cada poro de su cuerpo se erizara.

Al percatarse de la mirada más gélida que nunca había visto en su prometido.

Acunó sus mejillas con las palmas de sus manos, buscando que la mirara.

“¿Qué te ocurre?”

Preguntó con temor.

“Nunca te había visto así”.

Sacudió su rostro, para volver al aquí y ahora, enfocando su mirada en la de ella, logrando volver a la calma al ver aquel brillo que reflejaban amor puro.

“Nunca en mi vida había deseado acabar con la vida de alguien como el día de hoy”

Confesó sin titubear.

“Tener tan cerca a Mason Weber de mí, despertó un instinto que desconocía que tenía”

Acomodó su cabeza en el hueco del cuello de Isa, para inhalar su delicioso aroma a cítricos y rosas, buscando expulsar por completo ese deseo anhelante que reverberaba por sus venas.

De tan solo escuchar que nombró a ese infeliz desgraciado, que le había desgraciado la vida, hizo que algo se detonara en la mente de ella, sin imaginar que era el inicio de tortuosos recuerdos.

“No digas eso, no eres un asesino”

Murmuró.

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