Capítulo 81:

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Con su gran porte Guillermo atravesó todo el corredor que lo llevaría a la sala de juntas de la firma de Weber.

Antes de llegar a la sala de juntas, se detuvo al final del pasillo para ver el mural de la imagen de la familia Weber.

Los imagino acomodándose llenos de gran arrogancia, ante un fotógrafo profesional, buscando encontrar la pose perfecta para aparentar ser poderosos, indestructibles, como si fueran los amos del universo.

Observó con escrutinio a los padres de pie a la cabeza de los hijos y a ellos sentados en orden jerárquico.

Eran tan patéticos, queriendo mostrarse perfectos, entonces su mirada se fijó en ellos.

“Oliver”.

El típico hombre sin carácter, apegado a su mami, con complejos de superioridad, pero solo eso.

Complejos.

Elevó ambas cejas sin sentirse ni un poquito impresionado con su elegante apariencia.

Algo debía tener qué les atraía a simple vista a las mujeres, en poco tiempo había tenido dos relaciones, por lo menos a la vista.

De los que tiran la piedra y esconden la mano.

Incapaz de tener voluntad propia.

Basura.

Prosiguió con el peor de todos.

Mason.

Esa fotografía no ocultaba ni un poquito a su verdadera personalidad.

El más alto de todos, de imponente mirada y fría, el mentón elevado le seguía hablando de lo arrogante y petulante que era.

Como si del último refresco en el desierto se tratara, dispuesto a conseguir lo que quisiera, sin detenerse ante las consecuencias.

Todo un desgraciado.

Estaba muy concentrado con ellos, cuando llegó la asistente, buscando su atención, acomodó su lacia cabellera a un costado de sus hombros al ver que Guillermo la miraba, entonces, con la mayor gracia que pudo sonrió coqueteándole de forma discreta.

“Lo esperan en la sala de juntas”

Informó girando de inmediato, contoneando con gran descaro las caderas.

La ignoró por completo y la siguió, esperando a que anunciara su llegada.

Una fuerte arcada sobre llegó a su estómago, al tenerlos ahí.

Tomó la botella de agua que tenía frente a él y antes de decir cualquier cosa, la abrió y bebió un par de tragos, para mitigar las náuseas que le provocaba estar frente a toda esa jauría de lobos, interesados en contar con su prestigioso apellido en el muro principal de su firma.

Ejerció de todo su dominio para contenerse, especialmente con Mason tan cerca de él, y no poder golpearlo como tanto deseaba.

Nunca en toda su vida, había tenido que contenerse y ejercer de su autocontrol, para no irse encima al desgraciado miserable, que se había aprovechado de Isabella.

Guillermo escuchó a los Weber exponer durante un largo rato, hasta que finalizaron de hablar, además, de la intervención de los socios.

“¿Qué piensa?”

Cuestionó Mason mirándolo a los ojos.

Guillermo lo vio a los ojos con frialdad.

Presionó su puño dentro del bolsillo de su pantalón, deseando con todas sus fuerzas despellejarlo, ahí frente a todo el mundo.

Ese era el espectáculo perfecto para un tipejo de su calaña.

“Tengo que pensarlo”

Habló con frialdad.

“No es una decisión que dependa solo de mí”

Mintió y se puso de pie.

“Cumplí con escucharlos, llevare la propuesta a nuestra firma, en un par de días, tendrán mi respuesta”.

Los Weber se quedaron atónitos ante sus palabras.

No podían dar crédito escucharlo hablar, parecía no tener interés, pero no se los decía, sabían que sin su apoyo estarían en graves problemas y no tenían más opciones.

“¿Tardarás mucho?”

Preguntó Victoria con nerviosismo.

Disfrutó de ese momento.

Si hubiese podido, sacaba su móvil y él mismo les tomaba una fotografía y cambiaba el gran mural que tenían a la entrada del imponente edificio, para demostrar el verdadero rostro de los Weber.

Unos cobardes, sin escrúpulos.

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