Capítulo 69:

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“¡Yo qué sé!”

Respondió con indiferencia.

“Debe estarse sintiendo muy mal, después de lo que me hizo”.

Dijo con una pequeña sonrisa.

“Ojalá que no sea solo la resaca, lo que está sintiendo, porque de no ser así, seré yo mismo quien le haga sentir más que eso”.

Maso presionó con fuerza sus puños.

“Basta, no soporto escucharte hablar así”.

“Y yo no puedo creer que después de lo que te hizo, lo sigas defendiendo, deberías dejar que se convierta en un hombre, y deje de esconderse en sus faldas. Ni siquiera sabe dónde está su mujer, ¿Te diste cuenta?”

Se mofó.

“Déjame descansar, no quiero ver a nadie”

Tomó un espejo y miró su rostro, sus labios se abrieron en una gran ‘O’ al ver la hinchazón.

“¡Estoy tan deforme!”

Sollazó.

“Espero que esto no lo olvides, nunca y seas más duro con mi hermanito, a él le permites todo y al paso que veo, estoy seguro que Emma, lo va a dejar más pronto de lo que crees, sin ella, su padre retirará su inversión”.

Victoria tembló al escucharlo.

“Vete, déjame tranquila”

Ordenó.

“No quiero pensar en nada”.

“¿Puedo pasar?”

El padre de Emma, tocó a la puerta.

“Sí, papá, pasa”

Respondió la chica, quien estaba acostada en la cama.

“¿Te sientes mejor?”

Indagó acercándose con una charola para el desayuno.

“Sí, me siento mejor”

Respondió, limpiando sus lágrimas.

“¿Ya tomaste una decisión?”

Preguntó con seriedad.

La joven movió la cabeza afirmando.

“Me regreso a Canadá contigo”

Comentó sintiendo como su pecho dolía.

“Me parece la decisión más sabía que has tomado, recientemente”

Indicó el hombre.

No quería que su hija se arrepintiera.

Ese hombre no la merecía.

“Oliver Weber, no merece a una mujer como tú. Debes ser fuerte, y demostrarle que puedes seguir tu vida, sin él, y volver a enamorarte, esa será tu mejor venganza”.

“No puedo pensar en nada, lo único que quiero es ya no sentir esta tristeza que siento viviendo con un hombre como él”

Sollozó.

“Ya no quiero amarlo, ayúdame papi”

Suplicó.

El corazón del hombre empezó a partirse en mil pedazos.

Solo pensaba a en una cosa.

Cuidarla.

Quería cuidar a su hija de tipos malos como ese.

“Haré todo lo que esté en mis manos”

Abrazó a su hija.

Isabella caminaba de un lado a otro por el pasillo, esperando a que el hombre del servicio técnico le dijera si podía rescatar la información o no.

¿Cómo pudo pasar algo así?

Aquella duda la inquietaba, y le ocasionaba aflicción, no deseaba que pensara Guillermo, que se había equivocado.

“¿Le falta mucho?”

Indagó mirando su reloj.

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