Capítulo 57:

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“¿Por qué dejó de trabajar ahí?”

Indagó.

“¿La corrieron?”

El hombre movió la cabeza negando.

“Lo único que supe es que se mudó de ciudad”.

Victoria arrugó el ceño.

“¿En dónde ha estado todos estos años?”

“No tengo más datos, le perdí la pista”

No se atrevió a decir más.

Tomó aquellos papeles para volver a leer.

“No debió poner sus ojos en mi hijo, volar tan alto, puede hacer que de pronto caigas al vacío sin llevar paracaídas”

Resopló y continuó leyendo.

Sus ojos se abrieron de par en par al llegar a la parte más importante.

El hombre colocó dos dedos en el cuello de su camisa y tiró de ella buscando aflojarla, en verdad aquella mujer provocaba temor.

Tenía una penetrante mirada color verde.

Su rostro era como el de un general en plena guerra.

“¿No se lo había dicho su hijo?”

Cuestionó fingiendo no estar enterado, que desconocía que ella no estaba enterada.

“¿Le parece que esta expresión es de qué ya estaba enterada?”

Reclamó acercando su rostro al del hombre.

Retrocedió de inmediato, y se puso de pie.

“Vaya, que sorpresa”

Sacó un pañuelo del bolsillo de su jersey y limpió las gotas de sudor que aparecieron sobre su frente.

“Quiero que me diga todo lo que sabe de ese hijo”

Ordenó.

“Es una niña”

Explicó.

“Se llama María”

Indicó.

“Tiene más de dos años”.

Las manos de Victoria temblaron.

Tuvo que ponerse de pie para poder respirar.

“Tiene que ser mi nieta…”

balbuceó con dificultad.

“Una Weber no puede vivir en medio de la pobreza, sufriendo grandes carencias, a lado de una madre incompetente”

Dijo sintiendo que su pecho subía y bajaba agitado.

Caminó dando varias vueltas en la oficina.

Caminó hasta que llegó a su despachó y sacó un fajo de billetes.

“Traiga a mi nieta a mi lado”

Indicó.

“Le pagaré mucho más, si hace bien su trabajo”.

El hombre ladeó los labios y sonrió de manera perversa.

“Traeré a esa niña, con ustedes”

Indicó con seguridad.

Victoria esbozó una amplia sonrisa.

“Prepararé una habitación más en la casa”

Su mirada brilló al saber que ninguno de sus hijos deseaba darle un nieto pronto.

Cruzó los dedos de que aquella niña, no se pareciera a su madre, y fuera de piel blanca como la de ellos.

María corrió con emoción hacia la sala, al ver que allá estaban Guillermo y su mamá, sentados en la sala.

“Ya llegué”

Dijo esbozando una amplia sonrisa.

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