Capítulo 50:

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Isabella tomó aquella bolsa.

Sus ojos se abrieron con amplitud al observar el rollo de sushi y la ensalada que contenía, además de una bebida.

En cuanto tomó asiento y los sacó, notó que dentro había una nota:

[Ignoro qué es lo que te ocurre, pero en verdad me gustaría saberlo ¿Acaso hice o dije algo que te molestó? Espero que me des la oportunidad de poder hablarlo]

Leer aquella nota, la dejó perpleja.

¿Por qué se comportaba así?

No era Oliver, se lo había demostrado en varias ocasiones, era un hombre diferente, ¿Qué buscaba en ella, si era cierto que se parecía en algo a su fallecida esposa?

´Tienes que hablar con él´

Pensó para sí misma y comenzó a disfrutar de la comida que le había enviado.

Aquel detalle que había tenido, la hizo comenzar a disipar aquellas marañas de desconfianza que la abrumaron.

Momentos más tarde prosiguió con el trabajo que tenía.

Su piel se erizó al verlo caminar por el pasillo acompañado del mismo abogado, con el cual entró a su oficina y se tardó un rato más.

Su corazón se agitó al ver que ambos salían, Guillermo se detuvo y se ubicó frente a ella.

“En quince minutos, te veo en la oficina”

Ordenó.

La chica asintió con la cabeza, llena de nerviosismo, cerró su ordenador y tomó los expedientes que le había solicitado e ingresó a su espaciosa oficina.

Mientras colocaba los documentos sobre su escritorio, la sorprendió por la espalda.

“Ahora sí me vas a decir ¿Qué te ocurre?”

Cuestionó con su gruesa voz, murmurando cerca de su oído.

La chica soltó las carpetas y las dejó caer, ante el susto que se llevó, giró para intentar evitar que llegaran al piso, recordando la licorera que había rotó días atrás y que aún no reponía.

Presionó sus ojos con fuerza al sentir que su frente chocaba con la de él, intentar ayudarla a recoger las hojas.

“jAuch!”

Exclamaron ambos tomando distancia, tocando su frente.

En ese momento fue inevitable que se vieran a los ojos, y sonrieron.

“Lo lamento”

Expresó ella avergonzada.

“Es mi culpa, no fue mi intención asustarte”

Refirió con serenidad.

“¿Te duele mucho?”

Indagó retirando la mano de su rostro.

“No, no es para tanto”

Contestó inclinando su mirada.

“¿Te gustó el almuerzo?”

Preguntó intentando mantener aquel ambiente armonioso que se sentía.

“Sí, muchas gracias, lo disfruté mucho”

Confesó con sinceridad.

“Me hubiera gustado que me acompañaras a almorzar”

Indicó mientras recogía aquellos papeles del suelo.

“Lo siento, deseaba avanzar lo más rápido posible”.

Camino hacia la sala y tomó asiento.

“¿Me vas a decir lo que te ocurre?”

Cuestionó acercándose a ella.

“Desde que salí de la junta, estás actuando muy rara conmigo, me gustaría saber ¿Qué es lo que te ocurre?”

Se sentó sobre la mesa de centro para mirarla a los ojos.

Isabella se aclaró la garganta, para poder hablar.

Su varonil aroma a bergamota y cítricos, la desbalancearon, por completo.

Su olor era exquisito, embriagante.

Producía cierto efecto aturdidor en ella y no la dejaba pensar con claridad, inhaló profundo para armarse de valor y poder hablar.

“¿Es verdad que tengo cierto parecido a… tu esposa?”

Cuestionó nerviosa, más de lo que podía imaginarse.

Guillermo se desconcertó ante su cuestionamiento, frunció el ceño y se puso de pie.

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