Capítulo 49:

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“Te hubieras llevado la bandeja a mi habitación y la hubieras compartido conmigo”.

La joven no respondió, tuvo que voltear a verlo al sentir la mano de él sobre su pierna.

“No me toques”

Expresó con severidad.

Estaba molesta.

“¿Por qué no te buscas una novia y dejas de molestarme?”

“¿Y tener un compromiso?”

Se burló.

Era una idea absurda.

“Eso no es para mí, a mí me encanta lo prohibido”

La recorrió con su mirada.

“Me imagino que después de lo que obtienes, las botas”.

Mason carcajeo.

“No, claro que no, salimos un tiempo y cuando se desgasta la relación, terminamos en buen término”.

“Me imaginó que la mitad de las empleadas, ya pasaron por ti”

Rodó los ojos.

“Los hombres como tú, no son de mi agrado”

Dijo con desagrado.

“¿Y los que son como mi hermano?, me imagino que te encantan, sobre todo cuando no te hacen caso”

Bufó.

La chica sintió un pinchazo en su pecho, amaba tanto a Oliver, pero cada día se convencía que no la merecía.

Por desgracia le hacía falta para tener el valor de abandonarlo.

“Te puedo preguntar algo”

La vio de reojo mientras seguía conduciendo.

“¿Qué quieres saber?”

Preguntó, buscando algo para escuchar en la radio.

“¿Cómo haces para bajarte las ganas?”

Isabella exhaló sacando el aire que contenía.

Con discreción lo observó retirarse, su barbilla tembló al saber que estaba actuando mal, él no se merecía que lo hiciera.

Pero aquella cizaña que sembró Maritza, la hizo dudar.

Tenía miedo.

Más de lo que creyó.

¿Y si se volvía a equivocar?

Aquella incertidumbre a azoraba de manera brutal, haciendo que experimentara una gran desconfianza.

Lo único que buscaba era protegerse.

Varios minutos transcurrieron.

Su estómago comenzó a clamar por alimentos.

Resignada, supo que tendría que esperarse hasta su hora de salida

No era algo nuevo para ella, por lo que buscó en qué ocuparse, para que pasara el tiempo lo mejor posible.

Giró su rostro al escuchar el timbre del ascensor, anunciando que alguien llegaba.

Observó a un joven caminar por el corredor, sosteniendo una bolsa, el cual se detuvo entre un par de cubículos con unos compañeros.

De inmediato centró su atención en los documentos que tenía que archivar.

“¿La Señorita Isabella Rodríguez?”

El joven indagó.

“Sí”

Respondió frunciendo el ceño.

El chico colocó una bolsa de papel sobre la madera de su cubículo y luego le entregó una nota.

“Firme aquí”

Solicitó.

Sin poder comprender lo que ocurría, la joven tomó un bolígrafo e hizo lo que requería aquel chico y se lo entregó.

“¡Que tenga buen provecho!”

Sonrió con amabilidad y se retiró.

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