Capítulo 47:

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Emma salió de su habitación.

El largo pasillo resonaba con el fuerte chasquido de sus tacón de aguja. Se detuvo antes de llegar a las escaleras al ver a Mason sentarse en la sala.

“¿Te sientes mal?”

Doña Victoria la sorprendió al estar detrás de ella.

“No”

Se acomodó la falda de su vestido y comenzó a descender.

“¿Vas a salir?”

Preguntó al ver que lucía un vestido en color verde esmeralda.

“Si, voy a reunirme con mi papá, para almorzar”

Mason se puso de pie al momento que ambas llegaron a la sala.

“Buenos días”

Saludó con un beso en la mejilla a su mamá y luego se acercó a su cuñada e hizo lo mismo, pero cerca de la comisura de sus labios.

Abrió los ojos de par en par y lo miró a los ojos, sin poder creer su cinismo.

No tenía límite.

Mason ladeó los labios, disimuladamente su vista se dijo en el escote en pico que lucía, le encantaba jugar al gato y al ratón.

“Me gustaría poder acompañarlos más, pero tengo que salir”.

“Acompaña a Emma, no se sentía bien”

Indicó Victoria.

Se detuvo en seco al escucharla, la sola idea de viajar con Mason, la puso nerviosa, más de lo que imaginó.

“No es necesario, no deseo interrumpir sus actividades…”

“No tengo problema”

Respondió con rapidez.

Sonrió de inmediato, al ver que se giraba en su eje y lo miraba sin ocultar que le tenía en la mira.

“Estás a un paso de caer a mis pies”

Murmuró bajito.

Guillermo regresó de la reunión antes de ingresar se dirigió al cubículo de Isa, no pudo evitar sonreír al ver que estaba en una llamada telefónica, escuchar la manera en la que se interactuaba con un cliente, le agradó y mucho.

Al escuchar que ingresaba otra llamada.

Supo que no tendría tiempo de cruzar palabras.

Sin que la chica lo mirara, dejó un chocolate en el mueble.

Luego se volteó, para dirigirse hacia su oficina para hacer unas llamadas.

Mientras hablaba por teléfono, desde el muro de cristal de su oficina, separó con discreción un par de persianas.

Observando el momento preciso en el que la chica desenvolvía aquel chocolate que había dejado y lo llevaba a sus labios.

La forma en la que la vio disfrutar aquella deliciosa golosina, le hizo desear poder besarla.

Sacudió su rostro ante aquel pensamiento y continuó con sus labores.

Al finalizar aquellas llamadas, Isabella se dio cuenta que, había un pequeño chocolate envoltura dorada, frente a sus ojos.

Sabía que él lo había colocado ahí de manera estratégica para que lo notara.

De inmediato lo destapó y se lo llevó a la boca.

Cerró sus ojos unos instantes, apreciando las diferentes texturas y sabores que despertaba en su paladar.

Suspiró profundo, de pronto aquella conversación con Maritza, golpeó su estabilidad.

Se sentía tan confundida.

Estaba desconcertada.

No tenía la menor idea de la forma en la que tenía que actuar, con la persona que se había comportado como nadie, ante ella.

Prosiguió con sus labores y dejaría que todo fluyera, hasta que tuviera que estar a solas con él.

Guillermo cerró su ordenador.

Luego colocó por unos segundos sus manos sobre sus hombros y masajeó.

Decidió esperar a que Isabella ingresara para entregarle unas carpetas.

Sonrió al verla, sin embargo, frunció el ceño al ver que ella no correspondió, entonces puso atención a su semblante y se dio cuenta, que lucía diferente a todos los días anteriores.

Algo que se le hizo extraño en ella, ya que acostumbraba sonreír con frecuencia.

“¿Todo en orden?”

Preguntó al ponerse de pie.

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