Capítulo 43:

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Emma convertía casi todo en verdadero arte.

La forma tan cuidadosa en que colocaba la fruta sobre los platos, para coronarlo con un poco de betún líquido.

Sonrió complacida al ver lo lindo que habían quedado.

Lo siguiente que hizo fue abrir las puertas de la nevera y sacar la jarra con el jugo.

Al girar para volver a la rústica mesa, de la cocina, un escalofrío la recorrió al sentirse sorprendida por Mason, quien la recorría de abajo hacia arriba sin ocultar lujuria en su mirada.

La joven distinguió sus pómulos hinchados, por la fuerte pelea que tuvieron un día atrás, pero no dijo nada.

“¿Se te ofrece algo?”

Cuestionó cerrando la delicada bata que usaba, para que la dejara de mirar.

“Supongo que lo mismo que a ti”

Expresó mordiendo una manzana que sostenía en sus manos, con lentitud.

Se movió con nerviosismo, caminando hacia la mesa, para salir de su campo visual, con rapidez llenó los vasos con jugo y los colocó en la bandeja en donde llevaría el desayuno para Oliver y para ella.

“Hagas lo que hagas, mi hermano nunca va a dejar de amarla”

Caminó despacio quedando detrás de ella y acercó sus labios a su oído para susurrar.

La piel de la chica se estremeció al sentir su aliento golpear con su cuello.

Apretó con fuerza sus dientes para no decir nada.

“Que tengas buen día”

Habló con la voz trémula y tomó la bandeja para salir de ahí, tuvo que detenerse al notar que la sujetaba por la muñeca, eso hizo que soltara la charola.

“Ya no eres la misma, me he dado cuenta”

Dijo con su gruesa voz.

“Tu mirada ya no tiene brillo, tampoco sonríes como lo hacías, me atrevería a asegurar que lloras a escondidas, para que nadie se dé cuenta”.

Arrugó el ceño.

“Mi hermano, está acabando con tu vida, de la misma forma que lo hizo con Isa”.

Abrió los ojos de par en par al escucharlo.

¿Cómo lo sabía?

Todo lo que había dicho era cierto, pero no iba a hablar de su vida privada con él.

“Tengo que irme, Oliver me está esperando”.

“No lo creo”

Contestó con seguridad.

“Cuando quieras pasarla bien, búscame en mi habitación, no suelo ponerle pestillo a la puerta. Juro que lo que experimentaras va a provocar que te olvides de él”.

Guiñó con descaro un ojo.

Pasó saliva con dificultad al escucharlo.

“Eres un descarado, irrespetuoso”

Intentó escucharse convincente, pero algo en ella hizo que su propuesta retumbara en su interior, anhelaba tanto que la tocaran con una pasión tan grande que la hiciera vibrar y sacar toda la frustración que la embargaba.

No dijo nada más y salió con rapidez.

Al escuchar a Guillermo decirle que era hermosa, algo cambió al instante.

Ninguno supo qué, pero había silencio.

También había cierta inquietud.

Nerviosismo.

Más de lo que ambos pudieran expresar.

En cuanto terminaron de desayunar, Isabella tomó los platos y comenzó a lavarlos, su corazón palpitaba con fuerza y su respiración estaba acelerada.

“No debes limpiar nada, eres mi invitada”

Se acercó él e intentó retirar la esponja que tenía entre sus manos, pero ella se resistió.

“Tengo que colaborar en algo, por favor”

Expresó forcejeando con él.

Guillermo frunció el ceño.

En ese momento vio como mordía su labio inferior.

Se dio cuenta que quiso ser él quien tocara esos carnosos labios, por lo que acercó sus labios a los de ella y se dejó llevar por aquel extraño sentimiento primitivo que no pudo evitar.

Isabella disfrutó de aquellas dulces caricias que le regaló con su lengua.

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