Capítulo 40:

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María frunció el ceño y permaneció unos minutos sin decir nada, observó cómo aquel hombre comenzó a acercarse de manera sonriente, hasta que la niña dibujó una sonrisa, entonces con pequeños movimientos en su cabeza afirmó.

Claramente se acordaba de él.

De igual manera Guillermo no pudo evitar sonreírle, estiró sus brazos y la alzó en cuanto vio que la pequeña imitó aquel movimiento.

“¿Cómo has estado?”

Preguntó con ternura.

“Bien”

Respondió sin dejar de reír.

“¿Tienes hambre?”

Indagó.

“Sí, mucha”

Contestó.

“¿Y mamá?”

Preguntó buscándola con su mirada.

“Ahorita viene”

Respondió caminando hacia la cocina, y la acomodó sobre el taburete pegado al de él.

Tomó un sándwich de jamón y queso y lo cortó en pequeños triángulos.

Aquellas pequeñas manitas, sujetaron un trozo de emparedado y de inmediato lo llevó a su boquita y de la nada comenzó a cantar a su modo una canción, totalmente desconocida para él.

Al acercarle un vaso para que tomara jugo de manzana, su corazón se estremeció al sentir la delicada piel de bebé, que aún tenía María, su pecho se agitó.

“¿Te acuerdas cómo me llamo?”

Preguntó el joven.

María afirmó con la cabeza.

Mientras tanto, mordía su emparedado.

“Te llamas papá”

Dibujó una sonrisa, sin separar los labios.

Isabella, quien ingresaba en ese momento se estremeció al escuchar la respuesta de su hija, miró a Guillermo, dándose cuenta que estaba completamente contrariado con su respuesta.

“Lo lamento, jamás había llamado a alguien así”

Intervino ella.

“No te preocupes, no pasa nada”

Respondió Guillermo, intentando escucharse estable, la realidad es que, al ver a sus mejores amigos, tener familia, una extraña sensación, se había despertado en él.

“¡Basta!”

Victoria gritó asustada, al distinguir con claridad, el fuerte deseo que tenía Oliver de golpear a su propio hermano.

“No te atrevas a tomarlo”

Bramó con la voz seca.

“Demasiado tarde”

Oliver respondió sin despegar su blanquecina dentadura, y sin poder contenerse, soltó un fuerte golpe sobre el pómulo de Mason.

“¡Llamen a seguridad!”

Victoria cruzó la puerta de cristal, para buscar ayuda.

“Eres un infeliz, malnacido”

Exclamó Mason.

“Te voy a hacer pagar este golpe”

Respondió y le pegó a su hermano.

“Debí matarte con mis propias manos, el día que descubrí que me engañabas con mi mujer, malnacido. Debí hacerte pagar”.

Mason ladeó los labios.

“Para matar a alguien, hace falta valor, y tú siempre has sido un debilucho”

Gruñó.

“Te aseguró que a mí no me temblaría la mano para hacerlo”

Lo empujó haciendo que cayera de espalda al piso Oliver, colocó sus manos sobre el cuello de él.

“Eres una basura”

Oliver dijo con dificultad, ante la falta de aire.

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