Capítulo 39:

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Era difícil decir estas palabras.

“Ahora los tiene la competencia”.

El pecho de Victoria dolió.

“No, no puede estar pasando, siempre fuimos la mejor. Nunca nadie ha podido con nosotros, dime que esto es una broma”

Suplicó.

“No lo es madre, los de Spencer van al alza. Más que nosotros”

“¿Y si le pedimos ayuda al padre de Emma, estoy segura que nos ayudará?”

Sugirió.

Mason no pudo evitar burlarse.

“Para que su padre nos ayude, mi hermanito tendría que convertirse en un marido ejemplar, ser bueno en todo, y por lo que he escuchado cuando se pelean, ni en la cama complace a su mujer”

Se mofó.

Había dicho la verdad.

Los problemas entre él y su pareja eran evidentes.

Todavía no podía olvidar a su esposa.

La sangre hirvió por sus venas ante su desagradable comentario, de inmediato lo tomó por el cuello y lo levantó de su cómodo asiento, pegándolo contra la pared.

“¿Por qué tenías que enredarte con mi mujer?”

Reclamó pensando en Isabella.

“No imaginas cuanto te odio, no puedo sacarme de la mente el momento en el que los encontré en la cama”

Alzó su puño dispuesto a golpearlo.

Quería matarlo.

¿Por qué había hecho eso?

Guillermo permanecía impávido, esperando a que Isabella, decidiera si continuar compartiendo con él algo tan íntimo de su pasado o si se detenía.

No le fue difícil darle su espacio y esperar a que se calmara, solía hacerlo cuando se reunía con sus clientes.

Isabella, limpió sus mejillas con el dorso de su mano, inhaló un par de veces para intentar calmar sus sollozos.

Estaba tan mormada que no podía ni respirar, por lo que de inmediato se puso de pie.

“Necesito ir al tocador”

Solicitó con la voz congestionada.

“La única puerta que hay es al fondo”

Explicó con calma él, quien se dirigió a la sala para ver que María siguiera dormida.

Al cerrar la puerta de la cabina de baño, Isabella recargo su espalda sobre la madera, y se dejó caer.

Emitió un quejido al sentir una punzada en su cadera.

Estaba tan contrariada.

Hacía tanto que no pensaba en aquel suceso, que recordarlo, le lastimaba, se dio cuenta que aquella herida aún dolía.

Pero no porque siguiera amando a Oliver, sino por lo sucedido con Mason.

“No debí casarme con un hombre como tú. Debí darme cuenta que para ti era más importante la opinión de tu madre, que lo que yo pudiera sentir…”

Dijo en voz baja.

Luego tomó la caja de pañuelos desechables y sonó su nariz.

“Nunca me gustó vivir bajo el mismo techo que ellos…”

Presionó con fuerza sus párpados y esperó un tiempo para calmarse.

María abrió los ojos y permaneció quieta un rato.

Durante algunos momentos cerraba sus párpados como si quisiera volverse a dormir, hasta que poco a poco aquella pesadez, se fue disipando.

La pequeña movió la cabeza y comenzó a inspeccionar el lugar.

De inmediato se dio cuenta que era desconocido para ella, por lo que sujetó con sus pequeñas manos la cobija, y la llevó hacia su nariz, para inhalar aquel aroma a flores que emanaba, haciendo que se sintiera segura.

“¡Mamá!”

Pronunció despacio, esperando a que ella apareciera.

“Hola, pequeña, ¿Te acuerdas de mí?”

Guillermo habló de manera suave, y apareció en el umbral de su mirada.

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