Capítulo 4:

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“Hola, mi amor, acompáñanos a cenar”

Solicitó la mujer.

Oliver tomó asiento y esperó a que le colocaran el servicio sobre la mesa.

“Solicité que cocinaran algo exquisito”

Se refirió Victoria, sonriente.

“¿Qué es?”

Indagó Oliver.

“El foie gras”

Respondió su madre.

Presionó sus labios con fuerza, para no reírse, sabía que a Isabella no le gustaba, esperaba a que bajara para ver su rostro.

“Me encanta el pato”

Mason, su hermano de en medio dijo:

“Me agrada que tengas buen gusto, hijo”

Victoria lo miró a los ojos, entonces una idea cruzó por su cabeza.

Oliver se aclaró la garganta.

“Sabes perfectamente que a Isa, no le agrada el hígado de pato, ¿Por qué lo solicitaste?”

Indagó en tono bajito.

“¿Y por qué no?, si es de mis platillos favoritos”

Respondió con dureza.

“Además viven bajo mi techo, ¿Acaso no soy la cabeza de la familia? ¿No tengo derecho a mandar en mi propia casa?”

Reclamo.

Estaba por responder cuando Isabella llegó a aquella reunión.

Victoria, no pudo evitar mirarla de abajo hacia arriba.

Le molestaba todo de ella.

Desde su vestimenta…

Su rizada cabellera.

Pero principalmente el color de su piel, ya que era morena clara.

Pensar en que pudieran darle un nieto la horrorizaba, al saber que tenía raíces latinas.

Oliver miró su reloj y rodó los ojos, al saber que su madre odiaba la impuntualidad.

“Llegas tarde”

Reclamó con voz seca.

“Lo lamento, me quedé dormida”

Contestó, al ver que no se puso de pie para ayudarla con la silla, tomó asiento sin decir nada más.

“Sirvan ya”

Ordenó la mujer.

“La próxima vez que llegues tarde, te pido que comas en la cocina, no me agrada esperar”

Victoria mencionó con evidente molestia.

En cuanto colocaron aquel platillo sobre la mesa, la chica pasó saliva con dificultad, observó a la hermana de Oliver, sonreír ante su sorpresa.

“Provecho”

Dijo y se llevó a la boca el primer bocado.

“Está delicioso”.

Tuvo que contener el aire para no decir nada.

Sabía que nadie en la casa la apreciaba, ni un poquito.

Si permanecía ahí, era por el amor que sentía por su esposo.

Sin embargo, no sabía cuánto podría resistir ante su indiferencia y sus reproches.

Además de los malos tratos por parte de la familia.

Acercó el tenedor a sus labios y en cuanto el sabor invadió su paladar, le dio una fuerte arcada, por lo que se puso de pie y corrió hacia el sanitario para volver el estómago.

Victoria soltó una gran carcajada al ver su reacción, seguida por Mason y su hija menor, caso contrario de Oliver, quien no dijo una sola palabra.

“Debiste buscarte una mujer de circo”

Larisa bufó.

“Es lo mismo que le he venido diciendo”

Victoria recalcó.

“Las muchachas como tu… esposa, solo sirven para revolcarse un par de veces y luego desecharlas. Para nada más”.

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