Capítulo 5:

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Isabella sintió que toda su piel se estremeció al escuchar a su suegra hablar, presionó con fuerza sus puños y se acercó a ella, sintiéndose encolerizada.

“Gracias al cielo, me casé con su hijo y no con usted”

Gruño, viéndola a los ojos, miró el plato que tenía y se imaginó lanzándoselo encima.

“Será mejor que te retires”

Ordenó Victoria.

“No tienes los suficientes modales para estar a nuestra altura”.

Isabella miró a los ojos a Oliver, al ver que no dijo ni una sola palabra, se giró.

“Espero que les caiga mal la cena”

Exclamó.

La mirada de Mason se posó en el firme trasero de la chica, desvió su vista moviendo la cabeza.

“Voy con mi mujer”

Oliver se puso de pie.

“De ninguna manera”

Dijo horrorizada.

“Tú te esperas a que se le pase el berrinche, lo peor que puedes hacer es caer en sus dramas. Eres un hombre, no su niñero”

Recalcó.

“Será mejor que cambiemos de tema. Les informo que voy a celebrar mi fiesta de cumpleaños, como en los viejos tiempos”

Anunció orgullosa.

“Será en la hacienda, espero que se preparen, porque el fin de semana estaremos partiendo para allá”.

“¿Te volviste loca?”

Preguntó Oliver al saber que despilfarraría el poco dinero que les quedaba.

“Déjalo todo en mis manos”

Victoria bebió un trago de la copa de vino.

Oliver se puso de pie y se retiró.

Sentada sobre la cama, Isabella intentaba calmar la furia que llevaba en su interior.

“¿Por qué tengo que aguantar sus groserías? ¡Ya me tiene harta!”

Gruñó mientras se colocaba el pijama.

“De no haberme sentido tan sola, quizás no me hubiera enamorado de ti”

Miró la fotografía de su esposo.

En ese momento ingresó.

“¿Por qué te portaste tan majadera con mi madre?”

“Solo me defendí de sus groserías, ¿Acaso Crees que no la escuché?”

Dijo mientras arrugaba las cejas.

“Es una bruja y ya me tiene harta”

Respondió sin dejar de mirarlo.

“Retráctate”

Ordenó tomándola por los brazos.

“¡No!”

Exclamó.

Oliver presionó sus brazos con fuerza.

“Dije que te retractes”

Alzó la voz.

“Y yo dije que no”

Respondió viendo que la mirada de él se oscurecía, logrando que sintiera temor, como nunca antes.

“Esta es su casa, ella es quien manda, tienes que entenderlo”

La zarandeó, sacándola de la cama.

“¿Por qué teníamos que llegar a vivir aquí?”

Preguntó con tristeza.

“A mí no me hubiera importado vivir en un lugar pequeño, solos tú y yo, sin ella, ni tus hermanos, que me odian”.

“¿Y perder los lujos y la comodidad que nos da?”

Su rostro estaba lleno de incredulidad.

¿Su esposa se había vuelto loca?

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