Capítulo 3:

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“Eres la mejor madre del mundo, siempre lo has sido, la mujer más fuerte que conozco”.

Victoria ladeó los labios sonriente.

“Todo sería más sencillo para nosotros, si te hubieras casado con Emma Scott”

Sollozó.

“Estoy segura que su padre ahora te estaría apoyando y nosotros no estaríamos tronándonos los dedos, llenos de angustia”.

“Me enamoré de Isabella”

Refutó su comentario.

“¿Por qué no lo puedes entender?”

Reclamó.

Victoria negó con la cabeza y lo miró con frialdad.

“¿Acaso crees que yo no hice sacrificios?”

Hizo una pausa y continuó.

“Te recuerdo lo que ya sabes, sobre mi vida”.

Levantado sus dedos empezó a enumerar.

“Cuando me casé, no amaba ni un poquito a tu padre, pero sabía que al hacerlo, aseguraba el futuro y bienestar de los míos. Me duele que tú, no hayas sido capaz de hacerlo por nosotros”.

Se puso de pie y le dio la espalda.

“Avísame cuando encuentres un cuarto de vecindad en donde mudarnos”.

Las manos de Oliver temblaron al escuchar aquellas duras palabras, las cuales se sabía de memoria sobre su pasado.

Tomó la fotografía que tenía de Isabella, y suspiró profundo.

“No debí fijarme en ti, a pesar de ser una chica educada, no posees nada en el mundo”

Presionó con fuerza sus párpados y liberó un par de lágrimas, sintiendo que se encontraba entre la espada y la pared.

Victoria se dirigió hacia su habitación.

Caminó hacia la pequeña mesa estilo victoriano y tomó asiento en uno de sus sillones.

Permaneció en silencio durante unos minutos, sabiendo que tenía que hacer algo para evitar que se fueran a la ruina, hasta que tomó una decisión.

Sujetó su móvil e hizo una llamada.

“Emma querida, ¿Cuánto tiempo sin saber nada de ti?”

“Señora Victoria, me sorprende su llamada”

Dijo aquella chica.

“¿Están todos bien?”

“Me gustaría decirte que todo está en orden, pero no es así”

Se quedó callada.

Esto era tan difícil.

“¿Qué sucede?”

Indagó la joven.

“Se trata de Oliver”

Suspiró.

“Hace un par de días nos confesó que las cosas con Isabella no andan nada bien, está pensando en pedirle el divorcio, porque…”

Estas palabras le costabas decirlas.

Pero a los pocos segundos agarró un poco de valor.

“Parece que lo está engañando, no vayas a decir que yo te conté, querida…”

“¿En serio?”

Emma no pudo evitar entusiasmarse.

“Juro que no diré nada”.

Victoria ladeó los labios y sonrió de forma perversa.

“Así es, cariño, Te dejo el dato, si mi hijo aún te interesa, espero que no pierdas el tiempo y regreses a vivir a la ciudad”.

“Lo voy a pensar”

Respondió la chica con mayor serenidad.

La señora Weber, se puso de pie y caminó hacia el ventanal.

“Voy a darles la estocada final para que de una buena vez para que te alejes de eso”

Aseguró con determinación.

Por la noche.

Oliver llegó y se reunió con su familia en el comedor.

“¿Cómo estás?”

Saludó dándole un beso en la frente a su madre.

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