Capítulo 37:

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Tuvo que disimular su asombro, ante aquella imponente construcción de concreto y acero de forma asimétrica.

“Bienvenida”

Dijo Guillermo rompiendo aquel incómodo silencio que se hizo, durante el trayecto y hasta llegar a la puerta de su piso.

“Gracias”

Respondió aclarándose la voz.

En el momento en el que ingresaron al apartamento, las luces se fueron encendiendo, conforme caminaban.

Guillermo recostó a María, sobre uno de los sillones, y le colocó una cobija que Isabella llevaba.

“No hay mucho que mostrar”

Expresó señalando a su alrededor.

Isabella pudo ver desde el momento que ingresó, la sala, el comedor y la cocina, al ser un espacio abierto, además de los peldaños blancos de la escalera flotante y cristal.

“Tiene un hogar muy elegante”

Refirió y presionó sus labios, ya que a pesar de poseer todas la comodidades, el lugar se sentía frío, sin vida, prefirió ahorrarse su comentario.

Guillermo suspiró profundo, pues desde que su esposa murió, decidió mudarse, para comenzar una vida nueva.

Contrató una diseñadora de interiores y dejó todo en sus manos, no se tomó la molestia de colocar nada nuevo, parecía más un hotel al que solo llegaba a dormir.

No tenía nada de personalidad.

“Voy a buscar a la cocina algo para cenar”

Dijo Isabella.

“¿Le puedo ayudar?”

Preguntó dibujando una sonrisa.

“Claro, voy a necesitar que me ayudes”

Refirió con sinceridad.

“No suelo meterme muy a menudo en una cocina así”

Hizo una pausa.

“¿Tendrá comida en la nevera o despensa en las alacenas?”

Indagó sin poder evitar burlarse.

Guillermo la miró de reojo, sin poder evitar sonreír.

Al llegar a la cocina, las cuatro bombillas con luz cálida, se encendieron.

Abrió las puertas de la nevera y le mostró el contenido.

Isabella se quedó boquiabierta al observar que estaba repleto de alimentos.

“¿Se acaba todo lo que tiene?”

Preguntó con ingenuidad.

Movió su cabeza negando.

“Esta mañana, sabiendo que tendría visitas, Bruno se encargó de surtir la despensa”

Confesó.

“No suelo comer nada aquí, estaba pensando convertir la cocina en un gimnasio”

Bromeó.

La mirada de la chica se perdió por breves instantes en su definido torso, desde que lo conoció se dio cuenta de que se trataba de un hombre atlético.

“No debió molestarse”

Expresó mirándolo a los ojos.

“Es mi obligación encargarme de los gastos de mi hija y los míos”.

“No mientras sean mis invitadas”

Tomó algunos ingredientes para preparar un sándwich.

“El pan se encuentra allá”

Señaló hacia el mueble de la despensa.

“¿Hace cuánto tiempo vive solo?”

Preguntó con curiosidad, al saber que nunca comía en su hogar.

La mirada de él se llenó de un ligero atisbo de nostalgia.

“Un par de años”

Contestó de manera tranquila.

“Mi esposa falleció de cáncer, desde entonces buscó lugares donde comer”.

Isabella se sintió avergonzada por no haberse aguantado la curiosidad.

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