Capítulo 34:

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No pudo evitar que se le erizara la piel ante aquel abrazo sincero, que sintió, logrando que se desestabilizara por breves segundos.

“No tienes nada que agradecer, leí tu currículum”

Se aclaró la garganta.

“Estoy seguro que harás un buen trabajo”

Sonrió con ternura.

Por alguna razón deseaba que este momento quedará congelado para siempre, pero…

¿Por qué?

¿Por qué sentía esto?

“Tenemos que irnos”

Soltó de pronto esas palabras, ya que tenía que volver a la realidad.

“Le pedí a Bruno que estuviera temprano, para recoger tus cosas y a María”.

Frunció el ceño y elevó sus ojos color chocolate para mirarlo.

“No comprendo, ¿Qué quieres decir?”

Indagó con nerviosismo.

“Esta vez, seguirás las órdenes del médico al pie de la letra”

Manifestó.

“María y tú serán mis invitadas, hasta que te recuperes”

Expresó con firmeza.

Isabella abrió los ojos de par en par al escucharlo.

Cuando estaba por debatir, Guillermo colocó un par de dedos sobre sus labios y la silenció.

“No acepto un no, por respuesta”

Se dirigió hacia la puerta y esperó a que ella saliera, para retirarse.

“No es necesario, yo puedo cuidarme sola”

Manifestó Isabella dentro del ascensor que era exclusivo para los socios más importantes.

Guillermo ladeó los labios.

“No es verdad”

Respondió mientras soltaba un suspiro.

Luego continuó con explicación.

“La prueba está en que no has mejorado”

Refirió mientras descendían veinte pisos hacia la planta baja.

Al abrirse las puertas, dejó que saliera ella primero.

Mientras caminaban, lo distinguió con claridad.

La forma en la que los miraban sus colegas, además de las chicas de recepción, se quedaron congeladas, ante aquel acto.

Isabella abrazó su pequeño bolso.

Estaba sintiéndose incómoda ante las curiosas miradas que no le quitaban la vista de encima y la recorrían con escrutinio.

Sabía que no había nada que ver, pues portaba el sencillo uniforme de limpieza, y sus desgastados tenis, que estaban a punto de desgarrarse.

Además de que era obligatorio llevar el cabello completamente recogido en un chongo.

Guillermo saludó con amabilidad, al hombre que custodiaba la puerta, quien se las abrió, se detuvo para que su joven acompañante saliera primero.

Al ver que Bruno, ya los esperaba frente al acristalado edificio, se movilizó sujetarla por uno de sus brazos y ayudarla a descender con mucho cuidado.

Al ingresar él a su auto y abrocharse el cinturón de seguridad.

Sonrió al ver lo impactado que se encontraban sus empleados.

Sabía que sería el tema de murmuración del siguiente día y no dejarían de comentarlo, cuando se enteraran que era su nueva asistente personal.

Los labios de Oliver estaban abiertos en una gran ‘O’.

No podía creer lo que sus ojos veían, por lo que volvió a mirar con atención, los estados financieros de la firma.

“¡No puede ser!, ¡Otra vez no!”

Aflojó el nudo de su corbata, y bebió de golpe el vaso con agua que tenía sobre su escritorio.

“La competencia se está llevando a nuestros mejores clientes”

Presionó su puño con molestia.

“El padre de Emma, no querrá apoyarnos, porque no tolera que vivamos en unión libre…”

Murmuró.

“Piensa que la tengo como mi amante. Tengo que hacer algo para sacarlo de esa absurda idea, eso de casarse ya no se usa, ¿Quién querría hacerlo a estas alturas?”

Se cuestionó.

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