Capítulo 33:

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Pero aun así ella notó que en su tono había cierta furia.

“A partir de la próxima semana Isabella Rodríguez, se presenta como mi nueva asistente, ¿Te quedó claro?”

La joven pasó saliva con dificultad al escuchar la forma tan golpeada en la que la habló, lo desconoció por completo.

Nunca había conocido este lado de él.

“Está bien…”

Su tono de voz decreció.

“Haré lo que me ordene, señor”.

Se giró en su eje y salió de la oficina.

Contrario, no era posible que Maritza se tomara tantas libertades, supo que tenía que mantenerla vigilada.

“¿Te gustará esa insignificante mujer?”

Dijo Maritza deseando con todas sus fuerzas poder sacarla a patadas ella misma.

“Espero que no, porque juro que te voy a hacer la vida miserable, desearás, no haberte cruzado en mi camino”

Su mirada se ensombreció.

Transcurrido un rato.

Guillermo ingresó a la oficina.

Estaba un poco más calmado.

Rodó los ojos al ver impecable el entorno.

Todo estaba en perfecto orden.

Incluso inhalo el delicioso aroma a brisa fresca por el lugar.

Buscó con la mirada a la chica y no la encontró, por lo que de inmediato salió y caminó hacia los cubículos, donde se encontraban las secretarías de los abogados.

Estaba por preguntar por ella, Cuando las puertas del elevador de empleados se abrieron y apareció en el umbral de la puerta.

Dibujó una discreta sonrisa al verlo, se acercó a él.

“¿Necesita algo más, doctor?”

Indagó con curiosidad.

“Sí, que hablemos”

Expresó, dirigiéndose a su oficina.

“Te pedí que descansaras, me puedes decir… ¿Qué significa esto?”

Señaló en el interior de la ordenada oficina.

Isabella mordió su labio inferior.

“No había terminado de hacer mi trabajo”

Respondió, sabiendo que era una persona que jamás dejaba nada inconcluso, además que no le gustaba el desorden, y ella era quien lo había provocado, por lo que tenía que reparar su falta.

“El médico dijo que tienes que guardar reposo”

Dijo mientras se agarraba el entrecejo.

“¿Qué parte no comprendiste?”

La reprendió.

Si bien estaba molesto, intentó de que su tono de voz no sonara amenazante.

No quería asustarla.

“Se me pasó el dolor, quise aprovechar para dejar todo arreglado, por eso me pagan”.

Ladeó los labios evitando reír.

Pues le estaba demostrando con hechos y no con palabras, que era una persona comprometida con su trabajo.

“Te pagaban”

Aclaró.

“A partir de mañana, eres oficialmente mi asistente personal”

Anunció.

“Felicitaciones”

Expresó con sinceridad.

La sonrisa que dibujó en su rostro.

Le llegó hasta su mirada.

“Gracias, muchas gracias”

Expresó y sin pensarlo se acercó a abrazarlo.

“Le prometo que me esforzaré mucho y no lo haré quedar mal”.

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