Capítulo 32:

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“Aquí vienen los datos que necesitas, además de su número de teléfono personal, para que le indiques que papeles necesita traer”.

¿Qué estaba pasando?

¿Esto era real?

¿Era un sueño?

¿Por qué había dicho eso?

¿Por qué la estaba ayudando… tanto?

¿Por qué?

La respiración de Isabella se agitó al escucharlo.

Su corazón comenzó a latir frenéticamente de la emoción. Por fin alguien estaba dándole la oportunidad que necesitaba para salir adelante.

“La señorita no está calificada para el puesto”

Dijo Maritza sin pensarlo.

“Esta mañana se lo hice saber”

Rompió la hoja de vida en dos y la arrojó al bote de basura.

“Hace un rato contraté a quien será tu asistente, ya lo habíamos hablado”.

Una onda de calor recorrió todo su torrente sanguíneo, Guillermo, su respiración se hizo inestable, al ver la forma en la que actuaba.

“Hablemos afuera”

Indicó con severidad, abrió la puerta y esperó a que ella saliera.

“No tardo”

Le indicó a Isabella y cerró.

Se dirigieron a la oficina que estaba sin ser ocupada, sin decir una sola palabra.

Cerró la puerta de cristal y esperó a que tomara asiento Maritza para poder hablar.

“¿Con qué derecho desautorizas una orden?”

Inquirió con molestia.

Maritza lo miró a los ojos.

Estaba sorprendida.

En todo el tiempo que llevaba de conocerlo, nunca le había hablado así.

“Solo hago mi trabajo…”

Respondió.

“Soy la encargada de las contrataciones”.

Se excuso.

Por alguna razón sus instintos le decían que tenía que explicarse bien o probablemente sería ella quien ahora mismo terminaría en la calle.

¿Por qué?

“No”

Respondió de forma seca.

“No cuando se trata de las personas que trabajan conmigo”

Explico de forma tajante.

“Te recuerdo que quedamos por la mañana, que me ibas a presentar a los candidatos, para ser yo quien diera la última palabra”.

Arrugó la nariz.

“Tienes que ver la hoja de vida de tu nuevo asistente”

Dijo ella como excusa.

No quería aceptar su error.

No podía hacerlo.

“Habla varios idiomas, terminó la carrera, tiene la experiencia necesaria para llevar tu ritmo de trabajo… fue por eso que lo escogí”

Fingió y sonrió con emoción.

Guillermo negó con la cabeza.

Colocó ambas manos sobre el escritorio de golpe.

“Me veo en la necesidad de recordarte quien soy”.

La miró con furia.

“Soy la cabeza máxima de la organización, quien dice la última palabra, soy yo”.

Afirmo con confianza.

¿Cómo una empleada estaba desafiando su autoridad?

¿Por qué le estaba dando órdenes?

“Así que en este preciso momento bajas a tu oficina y arreglas el desastre que tú sola ocasionaste”.

Explico de forma calmada.

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