Capítulo 30:

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“¿Hay algún rastro de ella?”

Mason indagó desde el estudio de su casa.

“No señor, esa mujer sabe esconderse bien”

Indicó el investigador.

“¿Crees que alguien la proteja?”

Preguntó tensando su barbilla.

“Quizás”

Contestó.

Si bien las posibilidades eran bajas…

No eran cero.

“Seguiremos buscando pistas”.

“¿Pistas?”

Alzó un poco la voz.

“No me sirven de nada las pistas, quiero saber en dónde está, que la busquen hasta por debajo de la piedras”

Ordenó.

“Representa un peligro para mi familia, si alguien se entera que tuvo una hija, Oliver sería capaz de dejar a Emma, y buscar a Isabella”

Se tensó al pensar esa posibilidad.

“¿Está seguro que esa niña es de él?”

Preguntó el hombre.

“Con todo lo que sucedió, hay posibilidades que el padre sea otro”.

Ladeó los labios de forma sonriente.

No había pensado en esa posibilidad.

Entonces supo con mayor razón que tenía que adelantarse a su hermano.

Tenía que estar como mínimo 2 pasos por delante.

“Tienes razón”

Dijo con seguridad.

“Cualquiera puede ser el padre de esa niña”

Sonrió de forma sombría.

“Espero pronto tener resultados o de lo contrario, se quedarán sin trabajo, y contrataré a gente más capaz”

Cortó la llamada y salió del estudio dibujando una amplia sonrisa.

“¿Cómo se encuentra Isabella?”

Guillermo cuestionó preocupado.

“Sigue lastimada por el golpe”

Respondió.

“Tiene que guardar reposo por unos días”

Comentó el hombre.

“La inyección que le apliqué, es un relajante muscular, le ayudará a sentirse mejor, además, necesitará algunos medicamentos, para controlar el dolor”

Señaló la receta.

“¿Se recuperará por completo?”

Indagó con preocupación.

“Es de suma importancia que guarde reposo. En un par de días, se sentirá mejor”

Se puso de pie y se retiró.

“Es evidente que no te has cuidado bien”

Reprochó.

“Yo me encargaré de que esta vez par que hagas las cosas bien”.

Isabella limpió sus lágrimas.

“No puedo darme el lujo de faltar a mi empleo”.

Isabella empezó a usar sus manos para expresarse mejor.

“Trabajar en una empresa de limpieza, implica que me descuenten el día, ¡Puedo perderlo!”

Unió sus labios en una fina línea.

“¿Alguna vez ha tenido carencias?”

Lo miró con tristeza.

Inclinó avergonzado su rostro.

“Nunca…”

Respondió bajito.

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