Capítulo 29:

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“¡¿Isabella?!”

Abrió sus ojos al instante.

Ante aquella gruesa voz, por unos instantes no pudo ni parpadear.

“Usted…”

Pronunció con incredulidad.

“¿Te encuentras bien?”

Guillermo preguntó preocupado, inclinó su rostro hacia sus extremidades inferiores, para intentar averiguar si no se había hecho daño.

“No me pasó nada”

Respondió con seguridad.

“Mi uniforme es resistente”

Indicó alzando el pantalón para revisar sus piernas.

“Ni un rasguño”.

“Menos mal”

Guillermo la dirigió a la sala y de inmediato le llevó una botella con agua.

Después de beber unos tragos de agua, se puso de pie.

“Tengo que limpiar el desastre que ocasione”

Explicó observando avergonzada, los pedazos de cristal.

“También le pagaré la licorera y todo lo que le debo”

Añadió con una voz que tartamudeaba un poco.

“Lo único que necesito es un poco de tiempo, pero lo haré, le doy mi palabra”

Se acercó hacia aquella mesa y se inclinó despacio buscando recoger los trozos más grandes.

“No tengo prisa, porque me pagues, ya te lo había dicho”

Replicó notando que tenía dificultad para agacharse, camino hacia ella.

Estaba por alcanzar un pedazo de cristal, cuando una fuerte punzada, invadió su cadera, haciéndola dar un quejido, que la hizo volver a enderezarse, llevándose las manos a donde dolía.

“¿Te sigues sintiendo mal?”

Guillermo se preocupó.

De inmediato la abrazó y la ayudó a llegar al sillón.

“Recuéstate”

Solicitó.

“Voy a llamar al médico de la compañía para que te revise”.

“No es necesario”

Dijo Isabella de inmediato.

“Ya se me está pasando”

Fingió sonreír.

No quería verse débil en aquel lugar.

¡Y mucho menos con la persona que tantas veces la había ayudado ya!

¿Por qué lo había encontrado aquí?

¿Era el destino?

¿Otra broma del mundo?

¿Qué hacía el allí?

Él le preguntó:

“¿Reposaste cómo te indicó Enrique?”

Indagó notando que su frente empezaba a cubrirse con una fina capa de sudor, y esa era una señal clara, de lo mucho que le debía estar doliendo la cadera.

Todo era por aquel incidente en el que estuvo involucrado también él.

Isabella tosió en un par de ocasiones, para evadir a su pregunta.

“Todo está bien…”

Manifestó intentando ponerse de pie.

Tenía que seguir con sus labores.

El tiempo seguía transcurriendo y aún le faltaba mucho por hacer, tenía que recoger a María de la casa de su vecina, pues no le alcanzaba para pagarle horas extras.

“¡Auch!”

Exclamó ante el dolor y cayó al sillón.

Él la ayudó a recostarse y de inmediato corrió a su escritorio para tomar su móvil y marcar al médico.

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