Amor después del matrimonio
Capítulo 28

Capítulo 28:

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No pudo evitar leer el nombre que estaba en la parte superior, sacó su móvil y le marcó a Bruno, su chofer.

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“¿Se le ofrece algo?”

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El hombre indagó.

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“¿Recuerdas el nombre completo de Isabella?”

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Indagó.

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“Por aquí tengo la copia de los papeles que nos entregó el doctor Enrique, déjeme buscarlo”

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Pausó un momento.

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“Isabella… Rodríguez”

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Leyó en las hojas.

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Guillermo se puso de pie ante su sorpresa.

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“¿Se tratará de ella?”

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Se cuestionó.

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“¿En los días que estuve fuera, se comunicó?”

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“No, no lo hizo”

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Respondió Bruno, sin comprender.

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“Te llamo más tarde si requiero de algo”

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Cortó la llamada y regresó a su oficina.

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Tenía que averiguar… ¿Quién había dejado aquel documento en su escritorio?

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Al regresar a la oficina de la presidencia, Isabella caminó hacia el otro extremo donde se encontraban una elegante sala forrada de cuero.

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No pudo resistirse a deslizar los dedos sobre la fina piel.

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Estaban tan suaves, supo al instante que lo eran más que la vieja cama donde dormía con incomodidad.

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Aquel imponente espacio de muros acristalados.

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Era tan amplio que supo enseguida que no podría terminar de asearlo todo.

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Era tan minuciosa al limpiar, cuidaba cada detalle, para no dejar ni un solo rastro de polvo, ni una sola marca en los cristales.

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No podía creer que la hubieran mandado sola, sabía que era con tal de no contratar a más personas.

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Resignada, se dirigió a una pequeña mesa que había en un rincón, la cual tenía una estructura de madera, sosteniendo una botella de forma peculiar, la cual finalizaba en punta, simulando un diamante, por lo que aquella base, la sostenía.

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Guillermo ingresó a su oficina.

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Frunció el ceño al observar por la espalda a la chica de limpieza.

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Observando atenta su licorera, regalo de uno de sus clientes más exclusivos, por lo que se acercó a ella.

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“¿Te falta mucho?”

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Carraspeó para que le prestara atención.

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Isabella dio un pequeño brinco al sentirse sorprendida, estaba tan entretenida observando aquel extraño objetó, que no pudo evitar soltarlo, al asustarse ante la presencia de aquel hombre.

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“¡No!”

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Gritó intentando detener que cayera al suelo, y se rompiera, a pesar de su intento desesperado, el impacto fue inevitable.

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“¡No puede ser!”

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Exclamó sabiendo que estaba en problemas.

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Aquel momento la hizo sentir como si un balde de agua helada le cayera y la recorriera por toda su columna vertebral.

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Presionó con fuerza sus párpados, ante aquella desagradable sensación.

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No podía creer que las cosas fueran de mal en peor, con tantos gastos, deudas por pagar y un trabajo que se tambaleaba más y más, en dirección a su despido.

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“Lo… siento”

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Expresó con dificultad.

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Estaba intentando controlarse, para no llorar.

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“Pediré que me lo vayan descontando de mi salario, pero por favor no haga que me corran, necesito mucho el trabajo”

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Suplicó.

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Aquella dulce voz, se le hizo familiar.

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Más de lo que imaginó, por lo que colocó ambas manos sobre los encorvados hombros de aquella joven, y tiró con suavidad, deseando poder ver su rostro.

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Al tenerla frente a él, levantó su rostro con sus dedos, sus ojos se abrieron de par en par al reconocerla.

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Una extraña sensación se acentuó en la base de su estómago.

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