Capítulo 204:

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Isabella limpió las lágrimas que escurrieron, su mirada recorrió los alrededores, buscando a su pequeño, se moría de ganas por tenerlo entre sus brazos, por besarlo, conocer su aroma, acariciar su piel.

“¿Por qué no me dijiste que volveríamos a esta casa?”

María se acercó a su mamá y la abrazó.

“Era una sorpresa”

Isa respondió con emoción.

“Aún falta más”

Contestó abrazándola, al ver que las puertas del estudio se abrieron y salieron dos hombres de ahí, con un pequeño en brazos.

Su pecho se agitó con locura y bravura.

Guillermo caminó sosteniendo a su pequeño, además que iba acompañado de su padre.

Su mirada brilló al verlas, la emoción que sentía era indescriptible.

Su atención se centró en María.

Estaba enorme.

Se parecía tanto a su madre.

Al llegar a ellas, le entregó con sumo cuidado al niño a su esposa.

En su mente capturó aquel emotivo momento, en que Isabella lo recibió como si recibiese un tesoro invaluable, precisamente era lo que significaba, la vida de sus hijos para ambos.

Ellos eran todo, haber estado separados, fue una gran tortura, que en ese momento estaba finalizando.

“Mi amor chiquito”

Pronunció Isabella, besando sus suaves mejillas, abrazándolo con cuidado para no despertarlo y asustarlo, pues aunque sabía que su esposo les hablaba de ellas, prácticamente eran unas desconocidas y tendrían que ir poco a poco.

Ahora era el turno para él se colocó en cuclillas, quedando casi a la misma altura de María, al mirarla se llenó de una gran ternura.

Acercó con lentitud una de sus manos hacia las de ella y deslizó su dedo pulgar sobre su dorso como solía hacerlo, se aclaró la garganta.

“¿Sabes quién soy?”

Cuestionó con voz inestable.

María mordió su labio inferior.

Elevó su mirada hacia donde se encontraba su mamá.

Estaba confundida.

Durante todo ese tiempo habían vivido sumidas en medio de la tristeza ante la pérdida del hombre que consideraba su padre, y la de su hermanito, siendo pequeño.

No estaba segura de lo que estaba pasando.

Necesitaba saber que no estaba soñando.

Isabella le sonrió, intentando animarla.

“Eres papá, mi papá”

Respondió animándose a hablar con la voz fragmentada, y la mirada que estaba nublada, fue remplazada por una gran capa de lágrimas.

“Mi princesa”

Guillermo la estrechó con todo su amor.

“Me has hecho tanta falta”

Manifestó con emoción, sintiendo como el pequeño cuerpo de la niña temblaba entre sus brazos, por lo que la aferró más a su cuerpo.

“Por fin estamos juntos”

Susurró.

“¿Por qué nos dejaron tan solas?”

María preguntó con dolor.

“Perdóname hija, nunca quise abandonarlas. Ustedes son lo más importante de mi vida”.

“Nos quedamos en la calle, pasamos frío, hambre, tuve tanto miedo”

Confesó con dificultad, tomando distancia de él, para que la escuchara.

Guillermo tuvo que pasar saliva con dificultad, al escuchar su confesión, su pecho quemó al imaginarlas desamparadas y sin los recursos necesarios para poder salir adelante, por miedo a que ese infeliz las encontrara.

De inmediato atrapó sus ajos color chocolate, y limpió las lágrimas.

“No volveremos a separarnos, lo prometo”

Expresó sin quitarle la mirada de encima.

“Aunque sé que el tiempo no se puede recuperar, te prometo que cada una de los días que estemos juntos, serán significativos. Los disfrutaremos, como si fuera el último”.

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