Capítulo 205:

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María volvió a abrazarlo con fuerza, no podía dejar de llorar, se aferró con fuerza a su cuello al sentir que su padre la alzaba entre la firmeza de sus brazos. En ese momento Isabella se acercó a ellos, para compartir un abrazo familiar.

Dadas las circunstancias, se dirigieron a la habitación, en donde Virgine ordenó que les fuera llevada la cena, para que no perdieran aquel momento tan íntimo que requerían. De inmediato María corrió hacia la cama y tomó una de sus muñecas, que reconoció al instante y la abrazó con fuerza.

“Te he extrañado tanto”

Dijo entre lágrimas.

“Me han hecho mucha falta”

Manifestó sin ocultar el dolor que sentía.

Isabella y Guillermo se miraron a los ojos, la mirada de ambos estaba cristalizada.

“No hemos tocado nada de tus cosas, lo único que hice fue traerlas a la casa de mis padres, esperando a que volvieras a jugar con ellos”

Indicó él, y luego señaló hacía donde había juguetes en su caja, eran nuevos.

“Esos son tus regalos por los cumpleaños que no estuviste en casa, además de los de navidad”

Su garganta picó.

La mirada de María brilló, hacía tanto que no tenía un regalo, abrazó a su papá en agradecimiento y corrió a abrirlos.

Isa no tuvo tiempo de reaccionar, pues en ese momento despertó el pequeño Guillermo, quien, al ver el rostro de Isabella, se asustó haciendo un puchero a punto de llorar, de inmediato buscó a su papá.

Guillermo lo tomó entre sus brazos evitando que llorara, se sentó en la cama, junto con Isabella.

“Ella es mamá”

Tomó la mano de Bella y la acercó al pequeño.

“Hola, cariño”

Isabella deslizó el dorso de su mano sobre su mejilla, sabía que tenía que ser paciente para ganarse su amor.

“Y yo soy María”.

Se acercó con una amplia sonrisa, sosteniendo algunos juguetes.

“¿Quieres jugar?”

Preguntó con emoción.

“Se parece mucho a mi papá”.

“¿Te parece?”

Indagó él sin ocultar su emoción.

“Sí, es tan guapo como su atractivo padre”

Intervino Isa.

Después de haber cenado, los cuatro se recostaron, reían al ver que el pequeño las veía con extrañeza, mientras estaba recargado en el pecho de su papá, de pronto alzaba la carita para mirarlas, hasta que se fueron quedando uno a uno dormidos.

Mientras tanto en otro lugar…

Por la mañana Mason Weber, se dirigió con rapidez a su oficina, con cada paso que daba su corazón palpitaba de forma agitada.

¿Como era posible que no encontrara el pendrive?

Aquel que lo comprometía con la peor de sus fechorías.

¿En qué momento se había descuidado al grado de perderlo?

No era posible.

Si caía en manos equivocadas, estaba perdido.

Al ingresar a su oficina, se acercó a la caja de seguridad, era posible que si no estaba en su casa, estaría en la de ahí.

Introdujo el código y en cuanto se abrió revolvió todo.

No estaba.

Seguía sin entender qué había pasado.

Se movilizó hacia los cajones y comenzó a hurgar y nada.

Tuvo que aflojar el cuello de su camisa, al percibir que respiraba con dificultad.

“¿Qué voy a hacer?”

Se preguntó.

Tomó su móvil al escuchar que estaba timbrando, al ver que se trataba de Mel, rechazó la llamada, entonces volvió a sonar.

Era ella, una vez más, por lo que volvió a cortar, así lo hizo con la siguiente, y la que siguiente, hasta que se llenó de rabia, y la aceptó, ya que no dejaba de fastidiar, ¡Cómo la detestaba!

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