Capítulo 199:

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Más tranquilo, volvió a la misma banca en la que se sentaba a esperar.

“¿Cuándo será el día en que estemos juntos, preciosa?”

Indagó con frustración, observando cómo el parque poco a poco cobraba vida, con la impresionante iluminación.

Como cada sábado, comenzó a recorrer con su mirada aquel lugar, que le gustaba tanto, hasta que una rizada cabellera, captó su atención.

Aquella joven estaba agachada, sosteniéndose de la barandilla, donde él había estado hace tan solo unos minutos.

Guillermo se puso de pie, sintiendo que el pulso se le disparaba.

De inmediato se irguió, caminando a pasos firmes hacia ella, se quedó a una corta distancia, no podía dejar que se fuera, hasta no constatar quién era.

Sintió pesar al darse cuenta que lloraba, además que la temperatura comenzaba a descender cada vez más.

Un fuerte viento los golpeó, haciendo que aquella chica, se pusiera de pie.

La mirada de Guillermo la fue recorriendo poco a poco, observando el sencillo vestido que lucía, hacía mucho frío.

Era evidente que la joven, no iba preparada para ese cambio de clima tan abrupto.

Isabella tomó un pañuelo desechable de su bolsillo, limpió su rostro y su nariz, se estremeció ante la baja temperatura, y se arrepintió de haberse comprado aquel vestido, sintiéndose ridícula, por haberse creado falsas esperanzas.

Guillermo ya no estaba.

Tener que volver a creerlo, dolió.

Se abrazó a sí misma y dio media vuelta, para retirarse, entonces se dio cuenta de la presencia de un hombre frente a ella. En ese lugar tan especial.

¿Cómo era posible?

Aquel hombre era mayor, de escaso cabello canoso, de inmediato lo reconoció.

Era Romano, el sujeto de la revista, ¿Pero qué hacía justo frente a ella?

Guillermo no lo podía creer.

¡Era ella!

¡Por fin!

Un cúmulo de lágrimas se amotinó en su mirada, su corazón estaba a punto de salirse.

Quería gritarle que era él, quería tomarla entre sus brazos y alzarla, deseaba entrelazar sus manos, besarla y llevarla con él.

“Sabía que tarde o temprano estarías aquí”

Pronunció él sintiendo un nudo atascado en su garganta, haciendo que se escuchara su voz fragmentada.

Era inevitable mantener la cordura, desde que vivía en medio de la locura, desde aquella tragedia que los separó.

Isabella arrugó el ceño, no pudo evitar escudriñarlo con desconfianza, haciendo que retrocediera un par de pasos.

“¿Nos conocemos?”

Preguntó con extrañeza.

“Mas de lo que te imaginas”

Respondió Guillermo, sin poder evitar sonreír de la emoción.

A continuación se retiró del cuello la cadenita, que llevaba el anillo y se lo mostró.

“¿Lo recuerdas?”

Indagó sin dejar de mirarla a los ojos.

“Ese anillo le pertenecía a mi esposo, ¿Por qué lo tiene usted?”

Cuestionó con seguridad.

Su mirada se cristalizó.

“En este lugar te pedí matrimonio”.

Recordó que el escenario era distinto.

“Había una mesa elegante, además que un saxofonista amenizó la noche en la que te pedí que dejaras todos tus temores atrás, porque yo cuidaría de ti”

Pronunció con dificultad y se acercó a ella.

Separó los labios en una gran ‘O’.

Su corazón se agitó, pues su voz era idéntica a la de Guillermo, su exquisito aroma se coló en lo más profundo de su ser, haciéndola temblar.

No era posible.

Olía a él.

“No… comprendo”

Su barbilla tembló.

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