Capítulo 200:

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“¿Por qué dice que me pidió matrimonio?, ¿Por qué está aquí?, ¿Quién es usted?”

Cuestionó con aflicción

La tomó de una de sus manos y la colocó sobre su pecho.

“Soy yo, Bella. No puedo comprobarte en este lugar que soy yo”

Llevó su mano a sus mejillas, para que sintiera el látex.

“Detrás de está máscara, estoy yo. El hombre que desde que te conoció se enamoró de ti, el hombre que no ha dejado de buscarlas, deseando encontrarlas para salir del infierno en el que se ha convertido mi vida al no tenerlas junto a mí, al no saber si estaban bien”.

Isabella se llevó las manos al pecho.

Necesitaba poder asimilar lo que escuchaba.

Su corazón se agitó.

Era algo que no podía controlar.

“¡Guillermo!”

Exclamó perdiendo el aliento, ante aquel descubrimiento.

Guillermo dibujó una sonrisa.

Su mirada destelló chispas, llenándose de un brillo que había perdido.

“Me has hecho tanta falta”

Pronunció con la voz inestable, y se acercó a ella.

“Y tú a mí”

Manifestó sujetándose con fuerza a las solapas de su jersey, y recargó su cabeza sobre la calidez de su pecho, sintiendo aquella sensación de paz que siempre le daba.

“No puedo creer que estés con vida”

Sollozó con emoción.

“El amor que te tengo, me hizo resistir las adversidades”.

La abrazó con fuerza, sintiendo que su alma volvía a su cuerpo.

Isabella y Guillermo, por seguridad se dirigieron al apartamento en el que supuestamente vivía Romano.

No era muy diferente al que tenía cuando la conoció, estilo minimalista, sin muchos detalles, contaba con lo necesario, y no más.

Tomó el mando de las persianas e hizo que se cerrarán, en cuanto todo quedó más privado, las luces se encendieron automáticamente.

Desde el recibidor donde se encontraba Isabella no le quitaba la mirada de encima, su torso subía y bajaba agitado.

Estaba nerviosa, deseando volver a ver su rostro, sentir la calidez de su piel.

Guillermo giró en su eje, notando que ella no se movía, sabía que esperaba que develara su identidad, por lo que dirigió sus manos hacia el cuello de su camisa, comenzó a retirarse la máscara, hasta soltarla en el suelo y dar un largo respiro, agradecido.

Ladeó los labios sonriente, al observar la expresión en el rostro de Isabella, estaba impactada, sus pupilas dilatadas, lo decían todo, aun no lo podía creerlo, además que sus manos estaban aferradas a las solapas del abrigo que él le había colocado en el parque.

A pasos grandes, se acercó a ella, y tomó sus manos de inmediato se dio cuenta de lo maltratadas que estaban, deslizó la yema de sus dedos sobres sus palmas, y de inmediato las besó.

No necesitaba saber más.

Estaba consciente que hacía todo para que no le faltara nada a María.

Siempre había sido así.

“Te prometo que esto va a cambiar”.

Depositó un par de besos sobre su dorso, sintiendo un par de descargas merodeando su ser.

“¿Acaso estoy soñando?, porque si es así… no quiero despertar”

Ella pronunció a punto de llorar.

“Me has hecho tanta falta, cada día de mi vida te extraño, vivo con un vacío muy grande”.

Colocó una de sus manos sobre su pecho.

La miró con ternura, sus ojos estaban cubiertos por una fina capa de lágrimas.

“No, no estás soñando, mi Bella”.

Acunó con sus grandes manos sobre sus mejillas para que sintiera sus caricias y sin poder esperar más, acercó sus labios a los de ella, buscando el contacto de su lengua con la suya, provocando que al instante chisporrotearan grandes llamaradas entre ellos.

“No, no es un sueño”

lsa respondió dibujando una gran sonrisa que le llegó hasta su mirada.

“Lo acabo de comprobar”

Pronunció intentando recuperar el aliento de tan efusiva muestra de amor.

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