Capítulo 19:

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“Lo único que sabes hacer es causar problemas, o, ¿Gracias a quien tuvimos complicaciones financieras hace un par de años?”

Lo confrontó.

“Fui yo quien tuvo que dar la cara y buscar una solución”.

Mason ladeó los labios y lo miró a los ojos.

“Yo no tuve la culpa de que se nos cayeran un par de casos. A todos nos puede pasar”

Expresó con molestia.

“Ya dejen de discutir”

Victoria se interpuso entre ambos.

“No es posible que sigas culpando a tu hermano de todo”

Se dirigió con severidad a Oliver.

“Te recuerdo que no todas las desgracias las ha causado él”.

La vena del cuello, se le marcó.

Oliver estaba embravecido, su sangre hervía, deseaba con ansias sacar su enojo, golpeándolo, desde hace mucho tiempo.

“Tu mamá tiene razón”

Refirió Emma acercándose a su novio.

“Cálmate por favor”

Dijo en voz baja.

Tenía que calmarlo.

Tenía que demostrar que era útil.

“Nada ganamos nada con reproches”

Colocó ambas manos sobre su pecho.

“Voy a mi habitación, necesito darme una ducha”.

Dio un paso hacia atrás y se alejó.

Las manos de Emma quedaron en el aire, por lo que las bajó despacio, intentando disimular la decepción que se llevó.

Por parte de Oliver, inclinó su mirada para evitar que observaran las ganas que tenía de llorar.

“¡No te quedes ahí parada!”

Exclamó su suegra.

“Una buena mujer, va detrás de su marido, busca complacerlo y atenderlo en todo”

Ordeno.

“Haz lo que tengas que hacer para que se relaje”

Pegó la barbilla en su cuello y la miró sonriente.

Emma inhaló profundamente y se dirigió a buscarlo, para seguir el consejo que la matriarca, abrió la puerta con cuidado y lo observó recostado en la cama.

“¡No quiero hablar con nadie!”

Gritó.

“Quiero estar solo”

La miró con molestia.

Un rato después.

“¿Cómo se encuentran?”

Guillermo indagó, al escuchar que la puerta del consultorio se abría.

De inmediato se puso de pie.

“La pequeña María, se encuentra bien, sin ningún rasguño”

Respondió Enrique sonriente.

“Su madre me comentó de la crisis que tuvo, ya fue valorada, está bien”.

“¿Y ella, cómo está?”

Lo miró con preocupación.

“Fue quien se cayó, no pudo ni meter las manos para protegerse del golpe”

Indicó.

Enrique caminó hacia su oficina y ambos tomaron asiento.

“Dentro de lo que cabe, está bien”

Contestó.

“Tiene un fuerte golpe en la cadera además de dolor, se le va a aplicar un relajante, pero le preocupa su hija, se resiste quedarse, está inquieta.

“¿Puedo hablar con ella?”

Indagó Guillermo.

“Por supuesto”

.

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