Capítulo 168:

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Resopló cuando escuchó que el monitor comenzaba a estabilizarse, en ese momento percibió cómo su corazón también se apaciguaba.

“Hay que trasladarla a la UCI”

Solicitó en cuanto finalizó la intervención.

“Buen trabajo”

El anestesista se acercó a ella, palmeó con delicadeza uno de sus hombros, entonces escuchó varios aplausos, por parte de sus compañeros, quienes estaban cambiando de camilla a Isabella, para trasladarla.

“El mérito es de la paciente que se aferró a la vida”

Expresó acercándose a ella, se sorprendió al verla abrir los ojos con un poco de dificultad.

“Mi bebé…”

Pronunció con debilidad, su mirada estaba cristalina.

“Todo está bien, no tiene nada de qué preocuparse, solo concéntrese en recuperarse en este momento”

Respondió la mujer.

“Quiero verlo, por favor”

Suplicó Isabella.

“Por el momento no es conveniente que lo vea, se encuentra delicada, no podemos ponerla en riesgo, fue un parto complicado”

Mencionó la médico.

“Le prometo que muy pronto lo tendrá entre sus brazos”.

“No quiero irme sin conocerlo”

Pronunció.

“Deseo darle un beso y decirle lo mucho que lo amo”.

“Usted no irá a ningún lado, tranquila”

Refirió y observó que giraba su rostro, cerrando sus párpados.

“¿Me escucha Isabella?”

Preguntó sin dejar de verla.

“Es el efecto de la anestesia”

Se acercó su compañero.

“He visto pocos casos que despiertan antes del tiempo estimado, pero a los pocos minutos vuelven a caer en un sueño profundo”.

“Estoy agotada, necesito descansar”

Expresó la médico.

“Ya no pienso con claridad”

Emitió un largo resoplo, pues en verdad, se había asustado.

Aún sabiendo que, aunque todo el equipo tenía la preparación adecuada para emergencias como las de ese día, no estaba en sus manos la vida de los pacientes.

De ellos, no dependía que vivieran o murieran.

Lo siguiente que hizo fue dirigirse al área de aseado, para retirarse la ropa e higienizarse.

Momentos después, la mujer caminó hacia la sala de espera para informar a la familia, quien debía estar pasándola mal.

Ante la incertidumbre de lo ocurrido, desde la distancia donde estaba, al salir del ascensor, observó al esposo de su paciente caminar impaciencia.

Tenía la experiencia para poder distinguirlo.

Estaba afligido.

Era la tercera vuelta que Guillermo daba, recorriendo la sala de espera, además de seguir por un par de largos corredores del nosocomio.

Ya había orado sin cesar, una y otra y otra vez.

No podía sacar de su cabeza los últimos momentos que había pasado con Isa, en la que uno de sus brazos había caído sin fuerza alguna.

Completamente laxo, mientras deslizaba sus suaves dedos sobre su mejilla.

Revivir aquellos instantes, hacía que se desestabilizara emocionalmente y entrara en un estado de ansiedad, que hacía mucho tiempo no sentía.

Detestaba estar así.

Pero no podía evitarlo.

Era la vida de la mujer a la que amaba la que estaba en riesgo, y la de su pequeño.

Después de lo que le habían pedido al solicitarle elegir por uno de los dos, era peor su estado de ánimo.

El que llegaran sus padres a acompañarlo, además de sus dos mejores amigos, lo reconfortaba a ratos.

Pero no era suficiente.

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