Capítulo 127:

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Su hija era muy inteligente.

“Sí, pero es en la noche”.

María sonrió y lo abrazó, cerrando sus ojos, quedándose dormida una vez más.

“Vaya que eres ocurrente”

Expresó besando su frente, y le bajó el volumen a la pantalla, para no interrumpir el sueño de la pequeña.

Tomó su móvil recibiendo un mensaje de William, invitándolos a cenar el fin de semana.

“A Isabella le caería bien tener un par de amigas”

Manifestó, sin confirmar la reunión, pues tenía que preguntarle a ella si deseaba asistir.

Estaba apunto de quedarse dormido, cuando escuchó que abrían la puerta.

Inhaló profundamente, y se puso de pie para no despertar a la niña.

Melisa descendió del vehículo con rapidez y abrió la puerta ayudando a que bajara, estaba muy preocupada al ver que seguía pálida y no pronunciaba nada.

Tomó su móvil para enviar un mensaje a su hermano, pero no obtuvo respuesta.

“Vamos al departamento”

Se acercó a ella y le retiró el cinturón de seguridad.

“No logro entender que te puso así, pero tranquila ya llegamos, cualquier cosa que necesites, Guillermo va a estar al pendiente”

Isabella giró su rostro para verla.

Escuchar el nombre de su esposo, llamó su atención, descendió del vehículo, y caminó sintiendo como Melisa la sujetaba con firmeza para que se apoyara en ella.

“Gracias”

Pronunció mientras el ascensor subía.

“No habría podido llegar sola”.

Confesó sintiendo que un fuerte temblor en su cuerpo que no podía dejar controlar, al tiempo que sus manos se aferraban con fuerza a la barandilla.

“Me agradas mucho”

Melisa respondió.

“Saber que Guillermo es feliz a tu lado, nos reconforta mucho”

Sonrió con cariño.

Al llegar al piso, ella fue quien abrió la puerta, y de inmediato se dirigió al sillón.

“Acuéstate”

Solicitó ayudando a su cuñada para que subiera los pies.

“Voy a traer un poco de agua”

Acarició su mejilla con cariño, buscando que la mirara a los ojos.

Cerró sus ojos, no podía sacarse de la cabeza aquella gélida mirada que la hizo sentir más que terror.

La manera en la que la veía era como si la desnudara, eso la intimidó, no pudo evitar recordar aquel momento que vivió con él.

Ella aturdida y él diciéndole cosas al oído que no podía comprender por el estado en el que se encontraba.

Además, qué intentó quitarlo de su cuerpo, pero no lo logró y de pronto todo se convirtió en oscuridad.

“Te odio”

Murmuró con rabia, limpió varias lágrimas que corrieron por sus mejillas.

Regresó con un vaso de agua y se lo entregó sintiendo también que sus manos temblaban.

“Bebe esto”

Solicitó con cariño.

Tomó su móvil y revisó el estado del mensaje que le había enviado a su hermano.

“No lo ha visto”

Mencionó bajito.

Entonces le marcó y esperó un par de veces, hasta que le respondió.

“¿Dónde estás?”

Indagó.

“Acabamos de llegar a tu apartamento, Isabella se siente mal, no sé como ayudarla”

Pronunció sin ocultar su preocupación.

Guillermo se había quedado profundamente dormido junto a María, que no se dio cuenta del mensaje que le envió su hermana.

Hasta que el sonido de la llamada que le hizo minutos más tarde, lo hizo despertar. Presionó unos segundos sus ojos, intentando disipar la pereza que aún sentía.

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