Amor después del matrimonio
Capítulo 121

Capítulo 121:

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Pasó saliva para disipar el nudo que tenía y dirigió su mirada hacia Oliver, quien seguía inmóvil ante el cuestionamiento que le había hecho.

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Pudo darse cuenta que se le veían los ojos cristalinos.

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Tuvo que controlarse para no verse débil como él.

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“No me siento bien, me duele la cabeza”

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Expresó buscando alejarse de su familia.

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Al ver que Mason pasaba frente a él, Oliver se interpuso en su camino presionando con fuerza sus puños.

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Estaba molesto, triste, dolido, y molesto.

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“No cuide de Isabella por la misma razón que tú nunca has tenido una pareja estable”

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Se defendió.

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“Estás igual o más solo que yo porque no sabes amar, quizás tuviste a mi mujer y a Emma, pero es evidente que tampoco pudiste permanecer con ellas a su lado, porque estamos cortados por la misma tijera”.

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Lo miró a los ojos con furia.

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“Fuimos criados en la misma mierda y ninguno ha podido salir de ahí”.

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Se alejó de ahí, a grandes zancadas.

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Mason se quedó perplejo.

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Entre lo que acaba de enterarse y las palabras de su hermano, se había quedado sin palabras.

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No supo qué responderle a su hermano.

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Quedándose perplejo, al escucharlo, era verdad, nunca había logrado conseguir una relación estable, y no tenía ni p%ta idea del por qué.

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Cuando la limusina se estacionó, a través de un comunicador, el chofer les anunció que habían llegado.

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Guillermo, sonrió al ir abrazándola, disfrutando de verla dormir, después de haberla hecho sucumbir ante las caricias que le había brindado.

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En cuanto la puerta se abrió, Guillermo la tomó entre sus fuertes brazos, sintiendo como ella acomodaba uno de sus brazos en su cuello y recargaba la cabeza en la calidez de su pecho.

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“Llegamos “

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Murmuró en su oído.

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Al salir de la limusina, Isabella abrió los ojos y arrugó el ceño.

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“Este no es el hotel”

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Pronunció, al ver que llegaban a un lugar frente al mar.

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“No esperabas que nuestra primera noche de bodas, la pasáramos ahí, ¿O sí?”

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“Yo puedo estar a tu lado en cualquier lugar del mundo, sin importar las circunstancias”

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Mencionó con seguridad.

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Deslizó la tarjeta sobre la puerta, apoyando el cuerpo de su chica sobre una de sus piernas.

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En cuanto ingresaron, la luz del recibidor se encendió, Isabella sonrió al observar un camino de velas, en dirección a la única habitación en la planta de arriba.

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En cuanto la puso de pie, Isabella estiró sus brazos y sonrió.

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“Es momento de que agradezca todas tus atenciones y te demuestre cuanto te amo”

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Expresó.

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Tomó su maleta, la cual ya se encontraba ahí y se fue a cambiar.

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Guillermo pasó saliva con dificultad al observarla, salir en una bata además de un sensual y pequeño vestido de dormir en color blanco con delicada lencería de encaje y seda.

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En cuanto comenzó a escucharse, Isabella le dio la espalda y comenzó a contonear sus caderas de manera sensual.

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Con movimientos delicados, fue retirando lentamente la bata que llevaba encima, logrando que la sangre de Guillermo comenzara elevarse, al ver los hermosos hombros de su hermosa chica al descubierto.

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En ese instante sintió como su entrepierna comenzaba a endurecerse. Deseándola con mayor intensidad.

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Extasiados por el amor que gozaban, Isabella se dejó caer sobre el firme pectoral de Guillermo.

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Sus mejillas estaban sonrojadas y sobre su frente permeaban pequeñas perlas de sudor.

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Nunca antes había estado tan desinhibida como en aquel momento en el que a base de un baile tan provocativo, logró desquiciar la poca voluntad que le quedaba a su esposo; quien no pudo esperar a que terminara de bailar, y se abalanzó como bestia primitiva, hacia su presa.

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“¿En qué me has convertido?”

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Guillermo besó uno de sus hombros cremosos y deslizó la yema de sus dedos sobre el dorso laxo de su chica.

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“¿Yo?”

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Indagó ella con toque ingenuidad en su voz, recargando sus hombros sobre el pecho de él.

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