Ámame maldito CEO -
Capítulo 92
Capítulo 92:
“Merybeth, no lo haré, no es correcto hacer esto en la oficina”.
Ella sonrió.
“Y yo que pensé que para los hombres esta era su fantasía más erótica”.
Él la miró con duda y diversión.
“¿Qué dices?”
“Bueno, sobre tener se%o en la oficina”
Él rio de ella.
“Parece que has visto muchas películas eróticas”.
“No, corrección, he leído novelas eróticas, que es diferente”.
Él rio mucho.
“Parece que las mujeres disfrutan más del se%o que los hombres”.
Ella alzó das cejas.
“Parece que usted, Señor Hyland es un amargado que le falta ver p%rno”.
Él volvió reír.
La miró bien.
Sí, la deseaba, pero sentía que hacer el amor con ella sería su fin.
‘No puedo desviarme de mis planes, no puedo hacerlo o perderé todo, otra vez’
Pensó.
Ella lo observó ausente; y lo empujó para que tomara asiento.
“Siéntate en tu silla, Señor Hyland, así, aquí, como si fueras el rey de todo, pero el rey de nada”.
Él la miró con ojos pequeños de reclamo.
De pronto, sintió sus manos en su pantalón.
“¡¿Qué haces?!”
Exclamó sorprendido.
“Bueno, soy tu postre, hoy te daré tu postre para agradecer que me hayas salvado”
Dijo con voz divertida.
Él miró sus ojos.
Se quedó quieto, y la dejó hacerlo.
Sintió que le estaba faltando la respiración, y observó a Merybeth sentada de rodillas sobre la alfombra, bajó el escritorio que la cubría, liberando miembro y tomándolo entre sus manos.
Tuvo una er%cción al instante, solo al verla.
Ella masajeaba con suavidad.
Él cerró los ojos.
Fue como si un placer lo estrujara.
Luego sintió la humedad de su boca, que lo acariciaba, con su lengua, con sus manos, era una deliciosa tortura de placer.
Se dejó llevar, recargando su cabeza, jadeando y g!miendo.
Abrió su boca en un gesto de disfrutar.
Abrió los ojos mirándola con ojos de placer.
Estaba tan excitado.
Tan caliente.
Acarició sus cabellos y tiró de ellos sin fuerza, provocando que se moviera más rápido.
Estaba a punto de ey%cular, cuando la puerta se abrió.
Sean estaba en éxtasis, y miró a esa mujer.
“¡Lárgate!”
Exclamó como un gruñido Merybeth alzó la cabeza.
Lucy no podía ver los atributos de Sean, pues el escritorio se lo impedía, pero podía juzgar la situación solo con intuirlo.
Lucy tenía ojos llorosos y salió de prisa, diciendo un falso perdón.
“Esa mujer un día te matará, Señor Antártida, aunque, hoy podría llamarte también señor Volcán”.
Ella besó sus labios y él correspondió.
Ella se alejó tan rápido, que él aun quería sus labios.
“Ya me voy, te pediré una comida antes de irme, nos vemos en casa, Sean”
“¿Me dejarás así? ¿Así sin terminar?”
“Bueno, su asistenta nos arruinó el momento, use su manita, señor Antártida, o al menos que por fin se anime a terminar de hornear esta comida, que solo saborea sin acabar, adiós”.
Merybeth salió de prisa, tomando su cartera, hondeando su mano.
Sean esbozó una sonrisa.
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