Ámame maldito CEO
Capítulo 91

Capítulo 91: 

Merybeth la soltó.

Supo que la mujer no diría nada y entró por la puerta de una oficina, Lucy quiso detenerla, pero fue imposible y pateó el suelo con rabia.

Merybeth cerró la puerta, observó a su marido desde el balcón, hablaba por móvil, ella miró su oficina, su escritorio.

Merybeth comenzó a mover sus cosas y apartarlas, de modo, en que pudo sentarse sobre el escritorio.

Puso sus piernas con un gesto se%y, y arregló su cabello.

Quería parecer sensual para él, incluso si no sabía qué hacía.

Pensando que si había escuchado todo, le diría que era solo una broma.

Sean colgó la llamada, y se giró.

La miró ahí, sentada en el escritorio.

Ella era una tentación difícil de resistir.

Sintió que todo despertaba en él.

Respiró profundo, y fue hasta ahí.

“¿Qué quería el pusilánime de Joe Carson?”

Ella titubeó.

“Nada, ya sabes, solo habla tonterías por segundo, yo incluso pensé que era una competencia”.

Él la miró con recelo.

“Ah, ¿Sí? ¿Y por qué le pegaste una bofetada? No pienses que no me di cuenta de que intentó devolvértela”.

“¡Es un cobarde! Me ofendió, yo lo ofendí y se enojó”.

“¿Qué le dijiste?”

Merybeth sintió temor.

Recordó sus palabras, pero no podía decírselas a Sean.

“Solo le dije que… es un cobarde, creo que no se sintió cómodo”.

Él sonrió.

“Bueno, últimamente la gente se ofende si le dices verdades a la cara, no olvidaré esto, Merybeth; te aseguro que pronto, me cobraré esta actitud con Joe Carson, pagará caro y deseará haberse quemado la mano, antes de levantarla ante ti”.

“No me hizo nada…”

Dijo Merybeth porque vio un brillo de odio en los ojos de Sean Hyland que le dio temor.

Él se acercó a ella, tomó su barbilla con firmeza.

“¿Ahora lo defiendes?”

Dijo con voz gruesa.

Ella sintió que su mirada la hipnotizaba, que era tan fuerte, e intensa, negó, la mano abandonó su barbilla, pero su dedo pulgar jugueteó con sus labios, en un modo sensual, ella abrió su boca, y su lengua acarició su dedo.

Sean sintió que su er%cción crecía, que su vir%lidad palpitaba, y de pronto la besó.

Fue un beso caliente apasionante.

La necesitaba.

Ella enredó sus piernas a su cintura, disfrutando de su beso, sus manos se aferraron a sus cabellos, él casi perdía el control, ni siquiera parecía importarle que estaba en su oficina, hasta que ella lanzó un ligero quejido al sentir sus manos en su espalda.

“¡Lo siento…!”

Dijo con la voz entrecortada.

“No importa, ya no duele mucho”.

Él la miró.

Sus ojos estaban llenos de deseo, pero quiso detenerse.

¿Qué hacía?

Nunca había perdido el control de esa manera.

Ni menos en su propia oficina.

En ese momento entendió que nunca deseo tanto a una mujer, como deseaba a Merybeth Hansen.

“Tengo mucho trabajo, debes irte”

Dijo con dureza.

Él intentó alejarse, y ella atrapó su cintura con sus manos.

“No me corras, solo, debes darte unos minutos ¿Ya saliste a comer?”

Él miró la hora en su reloj de pulsera, negó

“Aún no”.

“Bueno, entonces, puedes tomarte ese tiempo”.

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