Ámame maldito CEO -
Capítulo 90
Capítulo 90:
“Pobre Joe Carson, creyéndose que es tan importante e insuperable, te equivocas, pero si quieres pensar eso, hazlo, a mí no me importa”
Dijo con desdén.
“Aunque si quieres saber la verdad, nunca pienso en ti, mi esposo no tiene sombra, es tan guapo, tan rico, él me hace feliz, me protege, me cuida como si fuera una reina; además, es tan perfecto, y nunca pienso en ti, cuando hago el amor con él, es como tocar el cielo, y sus besos, nunca se comparan a los tuyos que eran como la caricia de un gatito, los besos de mi marido son feroces; ardientes, con él yo pierdo la cabeza, me convierto en mujer, nuestra alcoba es un oasis de placer, no, Joe, tú ante mi marido, no eres ni medio hombre”
Espetó
“¡P%ta barata!”
Exclamó con furia, y el rostro enrojecido Merybeth le miró con perplejidad.
Ella levantó su mano, y le dio una fuerte bofetada que le dejó la mejilla roja Joe se giró a mirarla furioso, perplejo.
Él levantó su mano, casi estaba por pegarle, los ojos azules de Merybeth se abrieron enormes al creer que la golpearía, pero, Joe se detuvo, bajó la mano, convirtiéndola en un puño de frustración.
“Hazlo, vamos, sé un cobarde, pégame, quiero que lo hagas, para que demuestres lo poco hombre que eres”.
Joe bajó la mirada y lágrimas calientes corrieron por su rostro.
Levantó la vista, y miró a los guardias observándolo con ojos feroces.
“Supongo que todo está roto, supongo que el puente que nos unía ha sido destruido”.
Ella le miró con rabia.
“He quemado todos tus puentes, Joe Carson, ¿Apenas lo notas? No hay camino que te lleve devuelta a mí, ya no lo habrá”
Dijo mordiendo las palabras con ira y dolor.
Ella miró a los guardias.
“¡Sáquenlo de aquí!”
Los guardias intentaron sacarlo, pero él los detuvo, y salió de ahí, furioso.
Merybeth bajó la mirada, sintió que se echaría a llorar.
“Señora Hyland, el Señor Hyland la espera en su oficina”.
Ella la miró con estupor.
“¿Él sabe que estoy aquí?”
Exclamó perpleja.
La mujer asintió.
“Sí, lo sabe, señora”.
“¿Cómo?”
Exclamó.
Ella levantó la vista.
Merybeth miró que… era una cámara de seguridad.
“Él lo vio todo, dígame, ¿También lo escuchó?”
La mujer la miró con duda.
“En realidad, no lo sé, Señora Hyland”
Merybeth asintió, y tomó el elevador.
Ella tenía mucho miedo.
Sintió que sus manos temblaban.
Las lágrimas escurrían por sus mejillas y las limpió con rapidez, porque no quería que él la viera llorar.
‘Si Sean Hyland lo escuchó todo, ¿Qué debo decirle? Le he ocultado la verdadera historia, y tengo miedo de que la sepa, ¿Por qué tengo miedo? ¿Por qué me da tanta vergüenza que lo sepa? Es por el hecho de ser una mujer rechazada a la que nadie quiso, ¿Cómo me convertí en esta? Ahora, solo me tengo a mí misma, pero, ¿También lo tengo a él?’
Pensó sin encontrar la respuesta.
Cuando la puerta del elevador se abrió.
Ella entró al piso, Lucy levanto la vista y le miró con rabia, sus ojos se volvieron pequeños y rabiosos.
Merybeth se acercó a ella.
“¿Dónde está mi marido?”
“Él está ocupado, no tienes que hacer nada aquí, esté no es tu lugar, tu lugar es la casa, mientras esta mentira se acaba”.
Merybeth le tomó el brazo, apretándolo con fuerza, y mirándola con furia.
“Mi lugar es donde yo lo diga, mujer, ni tú, ni nadie, puede decirme cuál es mi lugar, ahora dime, ¿Dónde es la oficina de mi marido? Y cuando te refieras a mí, llámame Señora Hyland, porque te guste o no, eso soy, la gran Señora Hyland, y tú, solo eres la asistonta de mi marido”.
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