Ámame maldito CEO
Capítulo 80

Capítulo 80: 

Orson le miró intrigado.

“¿Qué ha pasado?”

Exclamó

“¡Ella no ha regresado, no puedo encontrarla!”

Exclamó con desesperación.

Orson se apuró a vestirse, observó el semblante de su primo.

Se notaba que estaba angustiado.

¿Acaso tanto le importaba esa mujer?

Orson intuyó que sí.

Sean le contó todo lo que sabía, y como su familia dijo que ella se había marchado, pero no respondía llamadas, ni mensajes.

Pronto salieron rumbo a la casa de Jane.

Orson tocó a su puerta, pero se puso nervioso, ella abrió la puerta, y se sorprendió al ver a Orson en el umbral de la puerta.

“¿Tú? ¿Acaso no acordamos que todo fue solo se%o casual?”

Exclamó como un reclamo.

Orson enrojeció ante sus palabras.

Cuando movió un poco la puerta, descubrió, para su sorpresa, que Orson no estaba solo, que Sean Hyland estaba a su lado.

Los miró perplejo ante sus palabras; pero Sean no tenía tiempo para eso.

“Yo…”

Ella titubeó nerviosa.

“¿Qué pasa?”

“¿Sabes dónde está Merybeth?”

Sus palabras le dieron temor a Jane, y negó, aturdida.

“No, ¿Qué está pasando?”

Ellos le explicaron todo.

“No entiendo, ella debió volver a casa, pero…”

“Dime la verdad, ¿Ella tiene a otro hombre? Creo que todos aquí sabemos que esto solo es un matrimonio por contrato, así que, habla, ¿Ella tiene a otro hombre esperándola?”

Exclamó Sean.

Su expresión era recelosa, casi furiosa Jane se quedó perpleja.

Pensó en Joe, era el único hombre que ella había conocido como amor de Merybeth, pero era imposible que hubiesen vuelto, simplemente porque de ser así, ella lo sabría, además, Jane estaba convencida de que Merybeth no volvería con él, por su orgullo.

“No hay nadie; de verdad, créame, algo está mal, Merybeth no rompería su acuerdo, al menos no sin darle la cara, y decirlo de frente”.

Sean sintió más temor de sus palabras.

Estaba seguro de que ella no huiría como una ladrona en la oscuridad, menos sin obtener su recompensa.

Asintió, y se fue, dejándolos ahí, sin explicación.

Subió al auto con Cyrus.

“Llévame a la Casa de los Hansen, hablaré con ellos, deberán darme cuentas sobre el paradero de mi esposa, o lo pagarán con sus vidas”

Espetó con rabia.

Arabella observaba a Merybeth con furia en aquel sótano.

La chica estaba tan asustada como un gatito bajo la tormenta.

“Siempre has sido una carga para mí, eres egoísta y envidiosa de Sophie, no eres tan hermosa, no eres tan lista, ni divertida, ¡Eres un fracaso, Merybeth! Por eso, Joe Carson te dejo”.

“¡Déjame en paz! Juro que no te firmaré nada”

Exclamó ella con amargura Arabella la empujó y la hizo caer bocabajo, entonces con su vara le empezó a golpear, como cuando era niña.

Los recuerdos golpearon su interior.

Ella gritaba, sollozaba ante el dolor.

Su vestido se rompió.

Ante los surcos de ser flagelada, gritaba que se detuviera.

“¡Basta, Arabella!”

La mujer se detuvo al escuchar la voz de su marido.

Félix observó a Merybeth en el suelo, con la espalda tan enrojecida por los golpes.

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