Ámame maldito CEO
Capítulo 76

Capítulo 76: 

“¡Ingenua! Los hombres quieren lo que quieren, pero nunca un buen amor, ¿Cuándo aprenderé?”

Dijo mientras se recostaba en la cama.

Lloró por el resto de la madrugada, hasta quedarse dormida.

A la mañana siguiente, Merybeth se levantó temprano.

Preparó el desayuno y cuando Sean bajó, se sentó a comer:

“¿Recuerdas que hoy es la cena con mi familia? ¿Irás verdad?”

Él alzó la vista.

Solo al verla, ella supo, que algo andaba mal.

“Merybeth, hoy tengo mucho trabajo es una junta muy importante, para que el bufete tenga una gran inversión, además estamos llevando otro caso muy famoso, ¿Y tú me pides esto?”

“¡¿Qué no eres un maldito CEO billonario?!”

Hizo una pausa para seguir su discurso.

“Tienes miles de personas que pueden hacer ese trabajo, y te aseguro que tú solo estarás sentado en tu oficina, puedes tomar las últimas tres horas del día y acompañarme, no te costará nada”.

“¡No lo haré! No está en el contrato”.

Ella le miró perpleja

“Todos es sobre el contrato, tampoco estaba en el contrato que…”

Ella calló su voz.

“Gracias por nada, Señor Hyland, y, por cierto, ¿Ya tiene su herencia?”

Él la miró a los ojos.

“Ya se están haciendo los trámites”.

“¡Qué bien! Espero que pronto esté todo listo, y así, podrá darme mi libertad y mi dinero, ah, y mi casa”.

“Lo haré, no te preocupes, eso también es lo que más deseo”

Espetó Sean mirándola con enojo.

Sus miradas se encontraron fijamente.

Parecían querer gritar algo más.

Algo que hería y no los dejaba en paz.

“Nos vemos”.

“Cuando vuelvas no estaré, volveré tarde, iré con mi familia”.

“Supongo que vendrás a dormir, eso viene en el contrato que no leíste”.

“Supone bien, vendré a dormir, como todos los días, desde que vine a esta casa”.

“Está bien, nos vemos, cuídate”.

“Adiós”

Espetó dándole la espalda.

Sean caminó unos pasos, pero se detuvo a verla.

Alguna parte de él, sin saber porque, lo hizo detenerse.

Era como si quisiera volver.

La miraba con melancolía, con tristeza, no entendió lo que pasaba y decidió irse de una vez por todas.

Más tarde, casi a las nueve de la noche, Merybeth llegó a casa.

Cyrus, el chofer de Sean, la llevó hasta ahí

“Le llamaré cuando deba venir por mí”.

“Bien, señora, la veré después”.

Al bajar, Merybeth observó la casa, ellos vinieron a vivir a esa casa durante la infancia, cuando su padre consiguió mudar su empresa empacadora a esa ciudad, alguna vez consideró esa casa un hogar.

Ahora… nunca más.

Tocó la puerta, y la empleada abrió.

Le sonrió con suavidad, y ella estuvo feliz de verla, de toda la gente en casa; ella siempre fue amable con Merybeth.

“Bienvenida, señorita”.

“Ahora soy una señora, me casé”

Dijo y le mostró el anillo.

La empleada se deslumbró por la joya que rutilaba en su mano.

“¡Felicidades, señora!”

Arabella apareció ante ellas.

“Bienvenida, Merybeth”.

“Hola, madre».

Dijo Merybeth acercándose.

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