Ámame maldito CEO
Capítulo 66

Capítulo 66: 

Cualquier muestra de amor, era siempre real.

Donde alguien mató un amor, era revivido por la misma fuerza.

Sean detuvo el beso, y acarició su cara con sus manos.

Ella lo veía con anhelo, y sonreía.

“¿Quién eres, Señor Antártida?”

“Un maldito CEO solamente”.

“¿Y yo? ¿Quién soy yo?”

“Tú eres solo mi traviesa diablilla”.

Ella sonrió y luego tomó su rostro.

Volvió a besarlo.

Esta vez parecía desesperada.

Era como si el fuera su oxígeno.

El beso ardía, entre caricias apasionantes.

Sean tuvo algo de miedo.

Podrían verlos los guardas, y sería algo vergonzoso.

“Debemos irnos”.

“¿A dónde?”

“¡Silencio! Obedece”

Exclamó como si fuera una orden.

Ella le miró perpleja y con reproche.

“¡Maldito CEO, eres un mandón!”

Él rio de ella, y la tomó de la mano.

Sean llevó a Merybeth hasta aquel hotel.

Ella se sorprendió de estar ahí, pero tuvo un temor en su interior.

Estaba convencida de que él buscaba algo más.

Aunque quiso negárselo, supo que ella también lo quería.

“¿Por qué estamos aquí?”

“Porque va a llover”

Ella rio de él.

Era imposible.

El cielo estaba estrellado antes de llegar.

Sean hizo la reservación por una habitación.

Luego subieron al elevador.

Al entrar a la habitación, Merybeth escuchó como gotas de lluvia caían sobre la ventana y ella se asomó.

“¡¿Cómo sabías que llovería?! ¿Es un tipo de hechizo?”

Exclamó sorprendida.

“Claro, tengo el poder de hacer llover, y no solo puedo hacerlo en el cielo, ya lo verás”

Dijo con un gesto de lascivo.

Merybeth le miró con intriga.

Pero supo que sus palabras tenían algo de doble sentido.

“¿Por qué estamos aquí? Ya di la verdad”

Insistió.

“Esperando a que deje de llover”

Dijo él.

“Pero, ¿Sabes algo? Tú te portaste muy mal, hoy, tuve que golpear a dos personas, por eso, te mereces un castigo”.

Sean estaba sentado al borde de la cama.

Ella alzó la mirada.

Merybeth se sintió un poco mareada, y lo miró aturdida.

“¿Yo? ¿Por qué? ¿Acaso tú no te besuqueaste con tu asistonta?”

Espetó

Él sonrió divertido.

“Entonces; ¿Lo hiciste para vengarte de mí?”

Ella le miró titubeante, y negó.

“No, pero, se puede decir que, estamos a mano”.

“¿A mano? No lo creo, tú me has golpeado dos veces, y tú no has tenido tu merecido”

“¿Qué quieres hacerme?”

Exclamó ella.

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