Ámame maldito CEO -
Capítulo 44
Capítulo 44:
Apreció su rostro en todo esplendor.
‘Realmente es un-hombre guapo, me gusta su barba espesa y su cabello oscuro, el color de su piel, y la forma de su rostro, parece tan varonil, con un aire salvaje, y a la vez elegante, su nariz es bonita, sí, es muy atractivo, cualquier mujer podría morir por él, como su asistonta, yo también podría estar muerta por él, pero, no lo estoy, ¿No?’
Pensó.
De pronto, Sean abrió un ojo y luego el otro.
“¡¿Qué tanto me ves?!”
“Lo feo que eres, créeme, dormido eres más feo”
Aseveró.
Sean frunció el ceño, incrédulo.
“¿Y por eso pierdes el tiempo admirándome?”
“Claro, he pensado que deberías estar en el museo de los feos”.
“Ajá, déjame en paz”.
“¿Yo? Bueno, no soy yo la que te ha tomado como almohada, mira quién abraza a quién”.
Sean miró entonces sus brazos estrechando a Merybeth y de inmediato la soltó, él se levantó como resorte de aquella cama y ella también lo hizo.
Él fue al cuarto de baño y ella se asomó al balcón.
La vista era magnifica hacia las montañas, a los prados verdes y lagos.
“¡Merybeth!”
Ella hizo un gesto de fastidio porque él interrumpía su perfecta vista y cuando volvió, se detuvo frente a la puerta de baño.
“¿Qué quieres?”
“Quiero una toalla no encontré aquí ninguna”.
Merybeth abrió un cajón al fondo de del clóset y ahí la encontró.
Puso ojos en blanco y entró al cuarto de baño.
Se acercó a darle la toalla, pero la imagen que vio detrás de la puerta del cristal, la embelesó.
Sí, Sean Hyland era demasiado atractivo.
Tenía un cuerpo atlético, firme y fuerte.
Además, tenía un gran atributo, que la hizo mirar y mirar, pero sintió que su rostro estaba enrojecido.
“¡Señor Hyland! Qué sin vergüenza, tome su toalla”.
Sean abrió la puerta, mientras ella entrecerraba los ojos.
Él tomó la toalla de mala gana y se la enrolló en la cintura, de pronto, la tomó de la mano con fuerza y la metió en la regadera, abriendo la llave y el agua fría corrió por su piel, mientras ella gritaba y él reía.
“¡Ahí lo tienes! Eso es para que vuelvas a contar historias de terror de noche”
“¡Ay! Lo pagarás”
Espetó.
“Báñate, que debemos ir a desayunar”.
Ella salió de la regadera.
Estaba furiosa.
Sean pudo observar su vestido de dormir mojado.
La tela se pegaba a su piel, sus pezones estaban erguidos y la imagen era demasiado de seductora, casi imposible de resistir.
Cuando escucharon la voz de la Tía Patricia, Merybeth se dispuso al lavamanos.
Sean se cubrió bien con la toalla.
“Lo siento, los interrumpo, pero, en quince minutos saldremos para la casa de campo, les dejaremos dos caballos para que nos alcancen”.
Patricia salió de ahí
“¿Caballos? No viajaremos en esas bestias, ¿Cierto?”
“¿¡Bestias?! ¿Cómo puedes llamarlos así? Los caballos son hermosos”.
“¡No! No me subiré en uno”.
“¿Por qué los odias tanto, Merybeth?”
Ella no quiso hablar de eso, pero cuando Sean se fue y se metió a bañar.
Recordó que tenía pavor de los caballos.
…
Al salir de la mansión, observó a Sean, y los caballos, ella se quedó perpleja, y quieta.
“¿Qué pasa? ¿No montarás?”
Ella negó.
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