Ámame maldito CEO
Capítulo 45

Capítulo 45: 

“¿No podemos ir en auto?”.

Él negó.

“No, vamos, irás conmigo, montaremos el caballo juntos”

Ella se puso nerviosa.

“Mejor me quedo, tengo cosas que hacer”.

“No puedes hacerlo, necesito a mi esposa conmigo, ven aquí”.

El subió al caballo con gran rapidez y destreza.

Ella le miró angustiada.

“No podré hacerlo, mejor no”

Dijo retrocediendo un paso a la vez.

“Anda sube”.

Ella tragó saliva.

Se veía muy ansiosa.

“Confía en mí, Merybeth, aún no tengo mi herencia, así que no dejaré que nada le pase a mi esposa, ser viudo no me sirve para cobrar mi herencia”.

Explicó como broma.

Ella hizo un gesto de fastidio.

“¡Qué simpático! Ahora ríase, sin lanzar hielos”.

Él volvió a reír y le extendió su mano.

Ella la tomó, estaba por negarse, pero Sean la subió al caballo y ella no pudo evitarlo.

Él era muy fuerte.

Ella montó justo quedando delante de él, ella pudo tomar la montura, pero apenas comenzaron a cabalgar, Merybeth sintió mucho miedo.

Giró medio cuerpo, aferrándose al pecho de Sean Hyland.

“¡Tengo miedo!”

Chilló con pavor.

“Tranquila, no te pasará nada, sé montar desde los cinco años, así que estaremos bien”.

Él montó despacio, poco a poco fue calmándose.

Cuando alzó la vista miró a Sean, limpió sus lágrimas.

“Lo siento, es que… cuando me subí por primera vez a un caballo, mis padres estaban muy preocupados por tomarle una foto a mi hermana, y yo, de pronto solo, me subí a un caballo y empezó a cabalgar desbocado, casi muero…”

Sean la escuchó con atención.

Ahora podía entender de dónde venía su trauma, y porque temía tanto.

“Los caballos son temperamentales, a veces puedes perder el control, pero mira la rienda, mira como la sostengo, no debes titubear, debes ser firme, y solo así, podrás dominarlo”.

Ella le miró con admiración.

De verdad ese hombre.

Incluso si fuera como hecho de hielo, le parecía lleno de muchas cualidades que ella no había visto en nadie, ni siquiera en Joe Carson.

Pronto llegaron al lugar que la abuela dijo, era una casa pequeña de campo, y alrededor había varias cabañas.

¡Qué precioso lugar!

Sean fue el primero en bajar y luego cargó a Merybeth para bajarla del caballo.

Se sentaron en una terraza a comer junto a los demás integrantes de la familia.

“Y cuéntenos ya, ¿Cuántos hijo piensan tener?”

Preguntó Patricia.

Merybeth casi se ahogaba con el jugo, mientras Sean se mostró más sonriente y tranquilo.

“¿Cuántos? No lo sabemos aún tía, es un poco pronto, tal vez uno, o dos. ¿Tú que piensas, Merybeth?”

“¿Yo? Sí, claro, lo que los cielos quieran”.

“¡Ay, yo pensé que no eran religiosos, hijo!”

“Y que por eso desistieron de la boda religiosa, deberíamos planear la boda por la iglesia, ¿No te gustaría, Merybeth?”

Merybeth pensó al respecto, y recordó a Joe Carson.

Ambos habían viajado a Nueva York hace un año, y entraron a la iglesia de San Patricio, cuando caminaron por ahí, él tomó sus manos.

‘Juro que nos casaremos aquí, juro que estaremos juntos hasta la muerte, juro que moriré con tu nombre en mis labios, sí, lo juro por mi vida’

“¿Merybeth? ¿Merybeth?”

“Ah, ¡Lo siento! Me perdí”

Dijo avergonzada.

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