Ámame maldito CEO -
Capítulo 40
Capítulo 40:
Miró en su cartera y sacó un cigarrillo.
Luego sacó un encendedor.
Se puso a fumar, mientras observaba el paradisiaco lugar natural.
Cuando miró a un lado, sintió esa presencia.
Una chica estaba a su lado.
Merybeth intentó ser amable y sonreír, pero sintió la mirada firme de Lucy, quién de pronto la barrió de arriba abajo.
Sus ojos centellaban, con un gesto de desprecio.
“¿Qué tanto me ves? He notado tu mirada toda la noche, así que, si quieres decirme algo, será mejor que lo hagas ahora, no me gustan las medias tintas”
Sentenció Merybeth.
“Sé quién eres, mujer, solo eres una farsante, así que no intentes engañarme”.
Merybeth frunció el ceño.
Estaba confusa.
No entendía porque las palabras de esa mujer eran tan duras.
Ella dio una calada a su cigarrillo y la miró severa.
“¿Tú qué sabes de mí, mujer? Recuerda tu lugar, solo eres la asistente de mi marido”
“¿Tu marido? Solo es un contrato, así que no te hagas falsas esperanzas, porque Sean no siente nada por ti, él no te quiere, y tú, solo eres una oportunista con el signo de dinero en la frente, solo eres una vil interesada, una mujerzuela que se vende al mejor postor”
Dijo Lucy.
Merybeth la miró con ojos rabiosos.
De pronto, dejó el cigarrillo en su mano izquierda y sin titubear, le dio una fuerte bofetada a Lucy, que la hizo cerrar los ojos, y casi dar un traspié.
De pronto Sean apareció ante ellas.
“¡Merybeth! ¡¿Qué demonios crees que haces?! Lo siento mucho, Lucy, ¿Estás bien?”
Lucy aún sostenía su mano sobre su mejilla, que se había enrojecido, la mujer asintió despacio.
“Por favor, déjame a solas con mi esposa”.
Lucy asintió y dio la media vuelta, yéndose.
Luego Sean miró a Merybeth con ojos rabiosos.
Cuando vio el cigarrillo brillando en su mano se lo arrebató, y lo partió en dos, lanzándolo al suelo y pisándolo.
“¡¿Qué crees que haces?! No debes fumar, ¿Sabes qué eso mata? ¿Sabes que te enfermaras de los pulmones?”
Merybeth hizo un gesto de fastidio y Sean sintió rabia de su actitud, la tomó de los hombros y la acercó a él.
“¡Cuidado con lo que haces, Merybeth!”
Estás aquí para cumplir un contrato, no para que yo tolere tus caprichos.
“¿¡Caprichos?! Tú no sabes toda la sarta de tonterías que esa mujer me dijo, me llamó vendida, mujerzuela, ella sabe que soy tu esposa solo por un contrato”.
Sean arrugó el gesto y negó con algo de temor.
“¡Eso es imposible!”
“¿Estás seguro? ¿A quién le confiaste lo que hiciste?”
Sean pensó en Orson.
Él era su primo.
“La única persona que lo sabe es imposible que haya hablado”.
“¿Imposible? ¿Y decías que yo era una ingenua? Parece que no conoces a los traidores, Señor Hyland; se esconden como ratas en tu corazón, ¡Y te devoran cuando más seguro estás!”
Exclamó con voz dramática.
Luego caminó alejándose.
Antes de entrar en casa sonrió divertida, sabiendo que lo había asustado por su cara de duda.
‘Señor Antártida, lo hayan traicionado o no, lo merece, por ser cruel conmigo’
Pensó Merybeth.
Sean caminó hasta encontrar a Orson en el salón.
Él abandonó su copa cuando Sean lo miró y salió con él al jardín.
“¿Qué es lo que pasa? ¿Sucedió algo con Merybeth? Tienes una rostro de furia”.
Sean de pronto lo tomó del cuello con furia.
“¡Le has dicho a Lucy sobre mi matrimonio por contrato”
Aseveró con furia.
Orson sintió unos nervios incontenibles.
Sabía que era cierto.
Bajó la mirada.
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