Ámame maldito CEO -
Capítulo 37
Capítulo 37:
“¡Eso no puede ser! ¿Cuándo la viste?”
Joe bajó la mirada.
“Esa z%rra, ¡Te buscó!”
Exclamó Sophie fuera de sí.
“No, fui yo quien la busqué a ella”.
Sophie le miro con estupor.
…
Mientras tanto en otro lugar…
“Hemos llegado, señor”.
Merybeth alzó la vista, bajaron del auto y miró alrededor.
Era un lugar realmente bello.
Estaba rodeado de montañas, una lujosa casa, con preciosos jardines, entraron y fueron bien recibidos.
Había hasta una fuente que decoraba el lugar.
“Recuerda que debemos actuar como enamorados, ¿Entiendes lo que significa?”
Merybeth asintió.
Tomó su mano con firmeza.
Ella sintió nervios al entrar en la gran mansión.
Pero pronto entraron en un salón, ahí estaban varias personas.
Orson fue el primero en saludar.
“Familia, les presentó a mi esposa, Merybeth Hyland”
Merybeth se sintió extraña cuando él la llamó por ese nombre.
Primero saludó a Orson.
Luego Patricia Hyland la estrechó en sus brazos besando cada mejilla.
Fue una sensación rara.
Esa mujer le dio mucha confianza.
Luego la tímida Lynda la saludó.
Su sonrisa parecía tan dulce.
Sin embargo, la mirada de Gael el esposo de Lynda y el abogado Coleman sobre ella, no le gustaron, la de Gael fue una mirada casi lujuriosa, tanto que él mismo Sean le miró con rabia, y la del abogado era penetrante, como recelosa.
De pronto escuchó una voz y un hombre con un bastón se levantó del sofá.
Entonces, Sean la hizo caminar unos pasos.
“Abuelo, te presento a mi mujer, Merybeth, él es mi abuelo Donald Hyland”.
Merybeth saludó al abuelo.
Él de inmediato besó su mejilla.
Su mirada era tierna.
Le recordó al abuelo de las películas, dulce amoroso.
Ella nunca tuvo uno.
“Le hemos traído un regalo, algo muy sencillo, pero se lo escogimos con mucho cariño, esperamos que le guste”.
El anciano tomó el pequeño regalo en una caja.
Al abrirlo miró aquel reloj.
Su mirada se llenó de nostalgia.
Sean pudo verlo bien, y él sonrió.
“¡Me encanta! Me recuerda a mi infancia, mi padre solía tener uno como estos, me has traído buenos recuerdos del pasado, es una señal de que en el futuro me darás buenos recuerdos también”.
Ella sonrió; y Sean también lo hizo.
“Perdí a una hija, mi amada Brooke, ella y mi amado nieto Jean, a ambos los perdí muy pronto, y el destino nos trajo a mi querido Sean, él cambió nuestras vidas, nos dio amor y paz, ahora nos vuelve a traer a una nieta, pero siento que ella nos dará alegría, todos necesitamos ser felices, hijo, y tú también lo serás”.
Sean esbozó una tenue sonrisa y miró a Merybeth.
Ella sostenía su mano, y él observó como ella acariciaba su mano con sus delgados dedos, era como una señal.
Era como si ella quisiera calmar sus nervios al tocar su piel.
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